Capítulo 25

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Aparco justo enfrente de la entrada a la enorme casa de la familia Vladimir, cuyas luces están encendidas, escapando por el cristal de las ventanas y proyectándose en algunas fracciones del jardín exterior, formado a base de un césped de un vivo color verde y crecido. Por la chimenea del tejado escapa un leve humo grisáceo que desaparece velozmente con la brisa fresca.

Abandono el coche de un salto y camino hacia la entrada al hogar, abrazándome a mí misma con el fin de entrar en calor. Puedo sentir como mi piel se eriza bajo la capa de tela de mi sudadera. A medida que camino en dirección a la puerta principal, voy pensando en todas y cada uno de los sucesos ocurridos a lo largo del día, así como los sentimientos que despertaron en mí. Lo cierto es que no ha sido un buen día. Aunque, aún tengo la esperanza de que esta visita lo mejore.

Siento como una inesperada brisa hace ondear mi cabello. Sin pensármelo dos veces doy media vuelta, enfrentándome a mi reciente acompañante.

Ante mí se alza un chico de cabello moreno y alborotado, de enormes ojos verdes y sonrisa pícara. Lleva puesta una camiseta blanca de mangas cortas junto a unos vaqueros azulados. Para sus pies ha optado por unas botas de un tono oscuro, con una leve plataforma. Una chaqueta que hace juego con el color de sus zapatos cubre sus hombros y brazos.

-Me has asustado.

-¿Por qué perder las viejas costumbres?

Sonrío y le doy un leve golpecito con el hombro.

-Por un momento pensé que no ibas a venir.

-¿Por qué?

-Creí que había logrado asustarte con mis comentarios subidos de tono.

-Vas a tener que esforzarte un poco más- bromeo.

-Puedo hacerlo mucho mejor, pero estoy seguro de que saldrías por patas.

Me sonrojo al oírle decir eso y él se da cuenta, puesto que sonríe.

-¿Vas a revelarme el motivo tan importante de esta quedada?- pregunto, en un intento de desviar el tema de conversación.

-¿Hay algo más importante que disfrutar de mi compañía?

-Vuelve a subir tu ego.

-Y tu nariz vuelve a crecer por mentirosa porque sabes en el fondo que lo mejor del día está siendo este momento.

-Ha sido un día duro. No voy a negártelo.

Mantengo agachada la cabeza, con la mirada perdida en la camiseta impoluta del vampiro, la cual está tan adherida a su cuerpo que marca sus músculos trabajados. Y una vez más vuelvo a quedarme anonadada con la viva imagen del vampiro.

-Me gustaría enseñarte algo.

-Espero que no sea tu habitación- bromeo.

-Esa es mi segunda opción- me guiña un ojo y sonríe pícaramente-. Necesito que te quedes muy quieta. Aunque sea tarea difícil para ti. Y que sobre todo seas sincera contigo misma cuando me tengas a centímetros de tu cuerpo porque de lo contrario va a crecerte la nariz y tendremos un problema.

No puedo evitar tensarme ante su confesión. El vampiro se acerca a mí con pasos breves pero decididos, hasta quedar separado de mí por escasos centímetros. Rodea mi torso con sus manos, deslizándolas con ternura por mi cintura, aproximando a la misma vez su rostro al mío, hasta tal punto que nuestras narices amenazan con encontrarse y nuestras miradas se cruzan.

-Espero que no tengas miedos a las alturas.

-Espera, ¿qué?

Siento como mis pies dejan de tocar suelo, de manera que un cosquilleo se apodera de mi estómago, manifestando mi vértigo. Reacciono envolviendo el cuello del vampiro con mis brazos y apoyando mi cabeza en su hombro, cerrando con fuerza los ojos, rezando en silencio porque todo salga bien y pronto vuelva a tener los pies en tierra firme.

Cazadores Nocturnos 3; El Legado de EnglewoodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora