Capítulo 12

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Los rayos de sol se cuelan a través del cristal de la ventana e inciden directamente en los pies de la cama. A medida que la estrella va ganando una porción de cielo, la luz amarillenta va en ascenso, ganando una mayor extensión de colcha, salvando la distancia que le separa de mi rostro paultinamente. Pronto siento la calidez que transmite la luz solar proyectada en mi mejilla derecha, iluminando mi piel y descubriendo cada facción de mi rostro. Y sin previo aviso alcanza mis pestañas, las cuales esconden tras sí unos ojos castaños, abiertos al mundo desde hace un par de horas. Lo cierto es que tras la marcha de Jonathan no he podido pegar ojo por más empeño que ponía en conciliar el sueño. Había muchas cosas rondando por mi cabeza. Casualmente, la mayoría de ellas relacionadas con una persona en concreto, Elián Vladimir, ese alguien que es al mismo tiempo la cura y la enfermedad. El mal y el bien.

Me bajo de la cama de un salto y camino descalza hacia la ventana. Detengo mi marcha al situarme justo enfrente de esta y procedo a apartar la cortina con ayuda de una de mis manos, descubriendo la naturaleza que se abre paso al otro lado, donde se alza un banco de madera y a unos pocos metros la entrada a un bosque. Y, a pesar de mis esfuerzos por evitarlo, pienso en el vampiro de ojos verdes y en su actitud conmigo.

El sonido de unos nudillos golpear levemente la puerta me devuelven a la realidad de golpe. Me doy media vuelta, centrando toda mi atención en la persona que se encuentra junto a la entrada a la habitación. Es mi padre y tiene su cuerpo inclinada sobre el marco de la puerta, con los brazos cruzados y la mirada fija en mí.

—¿Qué tal estás?

—Estoy bien— contesto, colocando un mechón libre de mi cabello tras de mi oreja. Christopher asiente un par de veces y mete las manos en los bolsillos de sus vaqueros.

—Me alegro de que estés bien.

Salvo la distancia que nos separa y termino por darle un fuerte abrazo. Mi progenitor desliza sus manos por mi cintura y acomoda su mentón en mi coronilla tras depositar un beso sobre esta. Mientras él se entretiene acariciando mi melena castaña, yo me limito a escuchar los latidos lentos y acompasados de su corazón, y rezando porque jamás deje de oír esa melodía tan agradable para mis oídos.

—He quedado con Kara, tu profesora de química, para tomar un café. Quiere agradecerme todo lo que he hecho por ella.

—Creo que le gustas.

Christopher frunce el ceño y a continuación suelta una risita.

—Intenta ser amable.

—O tal vez pretenda tener más que una amistad contigo— me alborota el cabello con la mano y yo sonrío—. Diviértete en tu cita.

—Nos vemos luego— dice sonriendo. Hace ademán de marcharse cuando vuelve sobre sus pasos, enfrentándose de nuevo a mí—. Por cierto, te he preparado el desayuno.

—Gracias, chef.

Observo detenidamente como mi padre se aleja caminando por el pasillo, con el objetivo de alcanzar la escalera que se haya en un lateral a pocos metros de su persona, para poder acceder a la planta inferior. Desciende con energía y decisión los peldaños de la escalera. Dejo de ver su figura a partir del tercer escalón, de manera que tengo que hacer uso de mi audición para averiguar cuáles son sus próximos pasos a dar. Por su recorrido deduzco que se detiene junto al perchero que hay a la vera de la entrada para descolgar una chaqueta de cuero, y más tarde abre la puerta y se incorpora al exterior, absorbiendo la vitamina D que aportan los rayos solares durantes unos largos segundos, tras los que cierra la puerta.

No me decido a reaccionar hasta que escucho el motor de su coche apaciguarse a medida que avanza por la carretera. Me encamino hacia la escalera que yace en un lateral, atravesando el corredor trotando, dejando mis huellas grabadas en el suelo por unos segundos. Desciendo uno a uno los peldaños que se alzan ante mí, sin aferrarme al pasamanos, retando a la gravedad y a mi propio equilibrio. Cuando me sitúo en el penúltimo, doy un salto y caigo de pie junto a la entrada. Tuerzo hacia la derecha, incorporándome a un nuevo pasillo, el cual recorro dando pequeñas zancadas y meneando la cabeza, provocando que mi cabello ondea de un lado hacia otro con sutileza y encanto.

Cazadores Nocturnos 3; El Legado de EnglewoodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora