III

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13 de Julio de 2017.

Waterford Treasures. Torre de Reginald. Waterford, Irlanda.

-Definitivamente no me imaginaba así a las casas de los vikingos.- acotó el mejor amigo de Patrick, Joseph, al observar las paredes de la Torre de Reginald. Patrick rodeó los ojos.

-Los vikingos no vivían aquí, dumbass. Se construyó con el objetivo de ser una excelente defensa de la ciudad frente a los ataques. Además, en la Edad Media fue utilizada como una prisión militar.- lo corrigió Patrick.

-Lo siento, cerebrito.

Patrick hizo caso omiso a lo que Joseph le decía y se encaminó por su cuenta en un pequeño pero largo pasillo. Cuando dejó de escuchar las voces de la multitud que se encontraba aún en la primera parte del recorrido, se detuvo y prendió un cigarrillo. Al levantar la vista, se fijó en un cartel en el que se leía que estaba sumamente prohibido fumar dentro de la estructura. Dudó por un momento si apagar el cigarrillo o fumarlo. Luego recordó que si lo atrapaban, posiblemente lo sacarían de ese aburrido lugar. Y se decidió por terminarlo.

Había pasado ya unos diez minutos allí adentro, sin escuchar los pasos de nadie, sin escuchar las voces de nadie, estaba tranquilo. Hasta que se escucharon pasos provenientes del lado izquierdo del pasillo. Patrick intentó adivinar la cantidad de personas que venían a su encuentro. Pero no era plural, no eran personas. Era una sola. Una pequeña masa corporal con piernas y brazos se acercaba a Patrick sin levantar la vista de su extraño cuaderno. Era una chica. Estatura promedio, pelo rojo lacio hasta el pecho, y un tanto encorvada. Ropa algo infantil y un bolso de color rosa con la palabra love del lado delantero. A Patrick le resultó graciosa su apariencia y se guardó una pequeña risa. Y antes de que se pudiera seguir burlando en sus adentros, la chica le dirigió la palabra.

-Disculpa- su voz era casi como un feroz susurro, arrastrando con ella la inocencia que su cuerpo emanaba-. ¿Me podrías decir dónde se encuentran los baños?

Patrick no se había dado cuenta de lo prominente que era su altura, hasta que esa extraña y pequeña chica le habló levantando la cabeza casi hasta al punto de mirar hacia el techo. Una de dos, o él era realmente alto, o ella realmente pequeña. Aún así, Patrick pudo obviar el hecho de que esa chica no tenía más ni menos años que él, debía de rondar los diecisiete... O tal vez dieciocho.

-Oye...- habló de nuevo la chica pelirroja que se encontraba impaciente enfrente de Patrick. Éste ladeó la cabeza.

-¿Sí?

-Te he preguntado algo... ¿Me podrías decir dónde están los baños?

Patrick la miró de reojo.

-¿A ti te parece que tengo cara de saber dónde están los baños?- le preguntó a la chica y siguió disfrutando de su último cigarrillo aparentando indiferencia.

-¿No trabajas aquí...? – la expresión de confusión en la cara de la chica dejaba en evidencia que realmente no sabía ni dónde estaba parada. Patrick volvió a mirarla.

-¿Tengo cara de trabajar como guardia en un estúpido museo?

-No exactamente, pero... Al verte parado aquí solo... Supuse que...

Previo a que pudiese terminar la oración, Patrick la detuvo.

-Segunda entrada al monumento, pasillo a la derecha, la puerta de la izquierda, el baño de damas.

Pensó que al haberle dicho dónde quedaban los baños, la chica se iría, pero no fue así. Se quedó parada a su lado mirando la pared enfrente de ellos. Y luego de un par de minutos, comentó:

-Oye, ese cartel dice que está sumamente prohibido fumar aquí.

Patrick rodeó los ojos en sus adentros. ¿No debía irse a algún lado? ¿Qué hacía todavía allí con él?

Efímero AmorWhere stories live. Discover now