C U A T R O

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Abro los ojos y me encuentro con la relajada expresión de Sakura mientras duerme plácidamente a mi lado. Frunzo el ceño y cierro los ojos antes de girarme para darle la espalda mientras los recuerdos llegan a mi cabeza, pero no los quiero. Me había hecho una promesa de no volver hacerlo nunca más, pero ahí estaba.

Me paso ambas manos por el rostro y suspiro con frustración antes de incorporarme, aunque cuidadoso pues no quiero despertarlo, quiero mi momento a solas de cada mañana en el que repito mi mantra, las sagradas palabras de auto-ayuda. Tomo uno de los dos cigarrillos restantes en la cajetilla sobre la mesita de noche y lo enciendo para enseguida ponerme de pie y caminar hacia el cuarto de baño; no me molesto en ponerme algo de ropa ¿para qué?. Le doy un vistazo a la amplia bañera de ese cuarto de hotel y extraño la mía, la de mi pequeño departamento que muy pocos conocen, en los que disfruto de momentos de soledad. Estoy nostálgico y no puedo hacer nada más que esbozar una amarga sonrisa mientras abro el grifo del agua tibia y espero a que se llene.

Sé que Sakura no despertará hasta algunas horas más, eso me relaja enormemente porque no tengo ganas de lidiar con preguntas que no puedo responder, incluso con que me repita lo obvio.


Me planto frente aquel espejo que Hiro se empeñó por cubrir, quito la toalla y miro mi reflejo con cuidadosa atención; puedo distinguir desde mis rodillas hacia arriba. Dejo el cilindro de tabaco entre mis dedos sin antes haberle dado una profunda calada y examino, con mi mano libre toco mis notorias costillas y voy deslizando la mano por mi torso de forma muy suave hasta que me detengo justo por sobre mi abdomen.

Muchas personas hablan de mi como si fuese gran cosa, como si mi persona y existencia fuera algo superior, pero estoy en completo desacuerdo ¿qué tiene de bueno ser yo? Hay que ser objetivos y ver las cosas como son. Soy delgado, no tengo un cuerpo bien formado como el de Sakura por ejemplo, soy pequeño... mis manos son pequeñas, tengo depresión, ataques de ansiedad y el corazón roto ¿Qué hay de bueno en mi? ¿Qué cosa puedo aportar? Siempre estoy cuestionándome ese tipo de cosas.


Treinta minutos después ya estoy vestido y relativamente arreglado como para poder salir al exterior, esta vez me aseguro de llevar mi móvil y dinero en efectivo porque la idea de tener que recurrir a Hiro o en su defecto a alguno de mis compañeros de banda, me parece inaceptable y molesto. 

Es otoño en Tokyo, los días cada vez son más fríos aunque adoro el paisaje. Me gusta Japón porque en cada estación del año puedes disfrutar sin importar el clima, siempre es especial; aunque mi estación favorita siempre será el invierno, adoro la nieve, adoro esquiar y también practicar snowboard.


Tomo mi móvil y lo enciendo mientras estoy bajando hacia el primer piso por el ascensor. Tengo muchas llamadas perdidas, también mensajes de Ken, Sakura, número desconocido e incluso Tetsu. También Hiro, su mensaje más reciente dice que está esperándome en el lobby, frunzo el ceño y arrugo la nariz en desacuerdo porque realmente es lo último que quiero, sin embargo apenas salgo de aquel pequeño espacio él me reconoce y llega a mi lado.

- ¿Dónde has estado? – Pregunta y yo sé que está controlándose para no alzar la voz; estamos en un espacio público.

- Con Ken, creí que te lo había dicho. – Le respondo de mala gana y sé que lo nota porque toma uno de mis brazos y así me guía hasta un lugar más "privado".

- Tú no entiendes. – Señala. – ¿Por qué te empeñas en hacer las cosas más difíciles? Debiste quedarte en la habitación y no salir a comer a las cuatro de la mañana. – Suelta un resoplido y yo en cambio tomo una bocanada de aire. Todo se sabe.

PrayerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora