14.

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Esa tarde Cristian estaba de bajón.
No portaba su característica alegría.

Sus ojos no brillaban como habitualmente, carecían de vida.

Y me preocupé.

Sobre todo cuando me abrazó y comenzó a sollozar en mi hombro.

Su cercanía provocó que las mariposas que sentía por él revivieran.
Nunca me había abrazado, sentir los músculos de sus brazos alrededor de mi cuerpo provocó que mi corazón se acelerara y los nervios se apoderaron de mi pequeña anatomía.

Aunque fui incapaz de centrarme en mi misma en ese momento.

Estaba muy preocupada por él.
Sentía angustia al verle así.

Algo malo le había pasado.

¿Pero que?

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