Fantasías | +18

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FANTASÍAS | +18

Hace días ya que el deseo inundaba su sexo, hervía su piel y su cerebro hacía corto circuito también. Se imaginaba aquella boquita roja, dulce dejar escapar algunos gemidos mientras le devoraba a lengüetazos. Lamía, mordía y acariciaba su tersa piel nívea, pronto bañándose de un coqueto color albaricoque. Lucero tierno, pensó.

Aquella visión exquisita le embriagaba. Unas fuerzas salvajes de poseerle sin piedad se apoderaban de su ser magnífico. Deseaba, más que nada, someter al humano. Tenerle debajo suyo, tirar del lóbulo de su oído, susurrar palabras en enoquiano para él; encenderlo.
La apabullante sensación se hizo presente otra vez. El sexo del recipiente se mostraba erecto. Siguiendo sus pensamientos, sus experiencias y las muchas visitas prohibidas hechas al cazador durante su acto de placer propio, Castiel introdujo su mano dentro de la estorbosa vestimenta. Acaraciando de arriba a abajo, lento y suave, tortuoso. ¡Oh, Dean! ¿Por qué no puedes ser tú, quién realice tan vigorosa acción?

Concentrado en aquel acto de onanismo un líquido comenzó a escurrir entre sus dedos, sólo pudo imaginar al muchacho rubio con piedras preciosas como ojos degustar su sabor. Hincado ante él suplicando atención el sexo ajeno del cazador, mientras sus mejillas se inflaban y volvían coloradas por aquel acto prohibido. Necesitado, lleno de ardor una corriente le recorrió de pies a cabeza, supo entonces que había hallado el clímax. Cuanto ansiaba tener entre sus manos, sus labios, sus dedos fríos y pálidos aquellos botones rosados pertenecientes a Dean, juguetear con sus pezones, ponerlos duros, estar entre sus fuertes muslos. Penetrarlo sin compasión alguna. Quería pues, volverse loco con los sonidos que de la garganta del cazador brotarían. Degustar todo de él, lamer su extensión, morder su redondo trasero.

Néctar de los dioses, fruto prohibido.

Ambrosía soñada, caricias robadas.

Besos calientes, lenguas danzantes, ebrias de placer.

Amantes nocturnos; terror.

Ánimas del purgatorio.

Culminada su tarea, con un pañuelo blanco de alguna tela suave —seda, tal vez—, procedió a limpiarse. Sí tan sólo aquello hubiese sido real... Caricias fantasmas, fantasías descomunales: Voraz hambre.

Membrillo.

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He visto que en realidad el fruto prohibido del Edén no era una manzana, sino que un dátil, membrillo o inclusive el melocotón. Pero, que el real era el sexo. Como no tengo idea alguna de cual sea realmente ese fruto, voy a utilizar el membrillo —incluso leí parte de un blog religioso para ver cual era y no mencionaba nada útil, por eso, usaré el ya mencionado fruto—. Espero les haya gustado tanto como a mí escribirlo. No hay fecha de actualización.
Cualquier duda, opinión, sugerencia, corrección y comentario son bien aceptados por mensaje privado o más abajo.
Gracias por leer, espero actualizar pronto.

Misha

Entre espinas y rosas » DestielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora