All I need is you | +18

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—Púdrete.

Introdujo su lengua con fiereza. El contrario tratando de soltarse de su agarre, a pesar de ser mucho más fuerte que el humano le estaba costando hacerlo. Dean estaba molesto. Le había arrinconado en la pared, se gritaron ambos hasta que Castiel dijo el anterior «Púdrete». Debido a eso el cazador rubio le besó.

Molesto, queriendo acallar lo próximo que quisiera salir de entre sus rosados labios, le había besado.

Confundido y con los ojos bien abiertos, aún forcejeando contra la pared y dejando escapar pequeños gruñidos el ojiazul decidió que lo mejor era dejar de pelear con el de ojos verdes y siguió el beso. Sus lenguas humedas y calientes. Las manos del pelinegro entre el cabello dorado sujetando su cintura, las contrarias en la misma posición. Enredando los dedos entre sus oscuros cabellos, entrelazando sus dedos, separándose por la falta de aire: Sus frentes juntas.

Ahora una mano del cazador sujetando su gabardina haciéndola un puño. La suya tocando su rostro, acariciándole. Se miraron a los ojos, ligeramente inclinado el Winchester mayor y el ángel de puntillas. Pegado a su cuerpo por sobre la ropa acariciando el duro abdomen de Dean, desabrochando su corbata y recorriendo con sus dedos las clavículas morenas. De nuevo sus lenguas fueron extranjeras en sus bocas, apenas se estaban conociendo, probando. Y por todos los dioses del universo, sabía tan bien. Se sentía tan bien.

Abrumador.

Poco a poco la ropa fue faltando. La cama comenzó a lucir enorme y vacía así que decidieron sin palabras, sólo con caricias y besos usarla.

Ropa interior y una mano en su pecho:

—Cas, yo...

—Jódete, Dean. —Le calló.

A horcajadas suya ambos se sacaron la ropa interior, esa estorbosa prenda. La penetración fue deliciosa. Pronto el calor se hizo y la habitación se convirtió en un sauna de pasión con aroma a sexo y ruido de unos amantes apenas encontrándose, amándose por primer vez.

Hicieron el amor hasta el amanecer.

Un beso depositado en la frente, cerca de la raíz de esa mata oscura de hebras gruesas. Una mano acariciando el pecho cálido y musculoso. Somnolientos cayeron en el reino de Morfeo, juntos, en los brazos del otro.

Porque eso era todo lo que necesitaban. Sólo a ellos.



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Espero les haya gustado tanto como a mí me gustó escribirlo. Cualquier duda, comentario, sugerencia, opinión y corrección —error que noten— no duden en hacérmelo saber, más abajo o por mensaje privado. Son bien recibidos.
Les agradezco por leer.

Nos leemos luego.

Misha

Entre espinas y rosas » DestielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora