Una carta

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Hola, soy Micah, obviamente; ¿cómo estás?, realmente espero que estés bien, yo estoy bien... bueno "bien" dentro de lo que cabe para alguien en mi situación. En una penitenciaría estatal hay más cosas desagradables que agradables, pero no me quejo, trato de no llamar la atención y hasta ahora mis intentos han sido exitosos. Pero no vengo a contarte sobre mi estadía en este lugar. Escribo esto porque... esta podría ser la última oportunidad de contar mi historia, de cómo llegué aquí, de cómo las cosas salieron mal. 

Nací un 26 de septiembre del 2000; mi madre tenía 25 años cuando me tuvo, decía que desde entonces había sido la mujer más feliz del mundo (cliché, lo sé, pero todas las madres dicen eso, es como una obligación). Crecí y hasta los doce años fui lo que mucha gente llama "un prodigio", pero era porque me gustaba estudiar, me gustaba la escuela y leer los libros de texto, y aquí viene el pero; todo cambió cuando entré a la preparatoria, y viene la típica historia, malos amigos y una chica muy mona que me llevó por malos caminos, Venga que me he saltado gran parte de la historia. 

Como dije, fui un estudiante destacado por mucho tiempo, hubo un momento en mi vida en que me gustaba más el colegio que mi casa, y esto era porque mi madre y quien yo creía que era mi padre, estaban en conflicto constante, no me había dado cuenta, era pequeño y generalmente solo charlaban, pero conforme fui creciendo el nivel fue aumentando también; los cuchicheos rápidos detrás de la puerta de su habitación se convirtieron en gritos en la sala de estar, gritos que contenían acaloradas discusiones que parecían no tener fin. Así fue como terminé conociendo a Shanon y a su hermano Nico, un día, al terminar las clases buscaba una excusa para no volver a casa. 

No encontré ninguna, mis amigos tenían asuntos familiares o trabajos de medio tiempo a los que asistir y mi club de debate había cancelado la reunión de aquel día; aquello solo quería decir una cosa: llegaría temprano a casa. La salida más cercana al aula de mi última clase era la salida de emergencia, estaba en la parte de atrás y siempre se encontraba abierta; salí y fue entonces cuando los vi; iban vestidos de manera peculiar, como si fueran "pandilleros" de esos que usan camisas grandes y gorras de planas, eran cuatro chicos y dos chicas, todos me daban la espalda, me miraron cuando salí; dos de los chicos eran afroamericanos, otro era rubio y el último era latino, las dos chicas eran muy monas, pero ninguna llamó realmente mi atención. Pensé en ignorarlos e irme, pues pasado un momento volvieron a voltearse y a darme la espalda, miraban hacia los campos de fútbol. De pronto la vi, no me había percatado de que no eran dos chicas, eran tres, había estado parada frente al grupo, los demás la rodeaban y la dejaban fuera de mi campo de visión. No fue como un "amor a primera vista", solo me pareció atractiva. La blusa blanca y ajustada hacía resaltar su piel oscura y sus enloquecedoras curvas del pecho, la falda negra y los zapatos altos lucían sus piernas largas de manera sexy, sus ojos oscuros de ella se cruzaron con los míos y vi en ellos cierta curiosidad. 

Se alejó de su grupo y se acercó a mí - ¿Quieres un cigarrillo? - me preguntó, el rubio habló desde detrás de ella. 

-Eh, Shanon, no creo que fume, es uno de los chicos bien portados de debate- ella me miró, ofreciéndome la cajetilla; hasta entonces, lo había probado un par de veces, pero no era algo que realmente me gustara. Tomé uno, más por cerrarle la boca al rubio que por impresionar a aquel extraño grupo de chicos, puse entre mis labios y ella lo encendió para mí con un bonito encendedor plateado, al tiempo que sonreía, le di una calada, eran cigarrillos mentolados, el sabor no era fuerte, pero seguía sin agradarme del todo. La muchacha sonrió y me tomó del brazo, como si desfiláramos por la alfombra roja. 

-¿Cómo te llamas? Te he visto por los pasillos, pero no sé quién eres". 

-Soy Micah- respondí, alto para que todos me escucharan -yo a ustedes no recuerdo haberlos visto por los pasillos- su sonrisa se volvió ladina. 

Antología De Cuentos Errantes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora