Un Último Aliento

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Era temprano cuando se levantó ese día, se arregló como si fuera a salir. Un vestido rojo se deslizó por su cuerpo recién acicalado, cepillo su cabello y lo acomodó en hermosas ondas californianas plateadas que caían sobre sus hombros y se deslizaban hasta sus codos, se miró en el espejo y comenzó a maquillarse (hacía mucho tiempo ya que no lo hacía, pues el maquillaje que usaba para el trabajo era mucho más sencillo, le gustaba verse natural). Se puso la base, corrector y todo lo demás que usan muchas chicas para verse perfectas y radiantes, sus labios resplandecían gracias al labial rojo oscuro que se había puesto. 

Respiro profundo, no sabía cuándo las cosas se habían tornado tan complicadas, cuándo su vida se había venido en picada tan repentinamente, si, según ella, todo iba bien. Ya no se lastimaba a ella misma y volvió a hacerlo, se había conseguido una pareja, un muchacho que solo jugaba con ella y que realmente no la tomaba enserio, solo sexo; tenía amigos que creyó verdaderos y que al final la traicionaron y abandonaron, se había acercado a su familia de nuevo, restableciendo contactos, pero lo único que ellos querían era manejar su vida de nuevo. Se había quedado sola, había caído en agujero demasiado profundo, un agujero que ella misma había cavado sin darse cuenta, pero también las personas a su alrededor habían contribuido a hacerlo cada vez más grande. 

Suspiró con tristeza y se miró en el espejo, los ojos se le habían llenado de lágrimas, pero no permitió que se derramaran, ya había llorado suficiente, estaba cansada de llorar, asqueada de cómo se veía: los ojos hinchados, las mejillas empapadas, (en ocasiones) el maquillaje corrido, la nariz roja y el escurrimiento nasal. Alzó la cabeza, fingiendo orgullo y valentía, no tenía ninguna de las dos cosas, pero al ver lo bonita que se veía al hacer ese gesto, sonrió y esto contrarresto un poco sus ganas de deshacerse en lágrimas. Recordó los tiempos en que, de adolescente, todo el mundo le recordaba constantemente lo bonita que era y el futuro que podía llegar a tocar solamente por su belleza, siempre fue la niña buena, pero se cansó pronto al entrar al bachillerato, buscaba aventuras constantemente y se volvió, en pocas palabras, un desastre andante. Sin embargo, su belleza había logrado que le perdonarán ciertos errores, era inteligente, lo suficiente como para no reprobar ninguna materia, pero no lo bastante brillante como para que su promedio resaltara, era popular, tenía amigos de a montón, todos los chicos la adoraban, las chicas la envidiaban, pero al mismo tiempo la idolatraban. Todo en su pequeño mundo era perfecto. Sin embargo, en su desesperación porque esa perfección durara por mucho tiempo, fueron arruinándolo todo. 

Al buscar esta perfección fue entonces cuando llegó la bulimia, el ejercicio excesivo todos los días hasta casi desmayarse, las inseguridades, los regaños y castigos, las heridas autoinflingidas. Realmente nunca supo si hubo un detonante para aquello. Unos días después de haberse graduado de la preparatoria, empacó sus cosas y salió de su casa, decidida a dejarlo todo atrás e ingreso a una universidad de relativo prestigio. Durante sus años universitarios se sintió libre, y con esta libertad y relativa felicidad se acercó de nuevo a su familia, consiguió una pareja estable y se hizo de buenos amigos. La vida pintaba de color de rosa... 

Sin embargo, poco a poco el rosa se fue tornando de matices deprimentes, su familia comenzó a tratar de manejarla para conseguir parte del dinero que ganaba en su trabajo, su novio jugueteaba con ella, resultó ser la otra y ante estos problemas los amigos que había creído verdaderos se esfumaron como humo. Fue entonces cuando realmente se sintió sola. Tenía años que no se sentía de esa manera, después de mucho tiempo de sopesarlo tomó la decisión que en aquel momento estaba a punto de convertirse en acción. 

La navaja estaba en la gaveta detrás del espejo del baño, su tacto en los dedos le daba la sensación de tocar algo sumamente delicado pero peligroso, un extraño malestar surgía de la boca de su estómago, pero lo ignoró, sentía miedo, obviamente, supongo. Había pensado en llenar la tina del baño y meterse, pero le pareció muy cliché. Acomodó la cama, la colcha que puso era blanca, tan blanca que parecía brillar en el oscuro ambiente que reinaba en la habitación, la extendió y terminó de acomodar la cama. Puso las almohadas en su lugar; hacía días que no ordenaba la casa y a eso se había dedicado la noche anterior. 

Se sentó en la cama, extendió el brazo, la mano con la que sostenía la navaja temblaba terriblemente, apoyó la navaja en el brazo extendido y tras inhalar profundamente la clavó en su piel, haciendo un corte, y abriendo la piel desde la muñeca hasta la mitad del antebrazo, al hacerlo soltó un grito terrible de dolor, los ojos se le inundaron por las lágrimas; a pesar de esto, hizo el mismo procedimiento con su otro brazo, soltando pequeños gemidos y sollozos para evitar gritar. 

Una vez que hubo terminado, se deslizó hasta que pudo recostarse con la cabeza en las almohadas y los brazos extendidos a los lados, después de mirar un momento al techo, giró la cabeza y miró su brazo, le dolía, le dolía mucho; esto y el sentir frío comenzaba a hacerlo peor. De su brazo, la sangre brotaba como pequeños riachuelos, tiñendo su piel de ese rojo tan intenso que todos tan bien conocemos, derramándose sobre la colcha blanca, pintando hermosas flores. Comenzó a tiritar, olvidando el dolor, en serio deseó poder tomar una cobija y ponerla sobre su cuerpo; a pesar del frío insoportable, sus párpados comienzan a sentirse pesados, cerró los ojos y su respiración se fue volviendo lenta y pausada, poco a poco dejó de ser consciente de todo lo que la rodeaba, e incluso de ella misma, dejó de ser consciente del dolor, el frío, de su respiración, de las lágrimas que corrían por sus mejillas. Finalmente, todo se volvió completamente negro y oscuro, y de sus labios entre abiertos salió una pequeña exhalación, exhalación que sería su último aliento. 

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⏰ Última actualización: Jun 20, 2018 ⏰

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