Moderación y música.

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Otro día encerrado en aquel hotel. Braulio quería salir pero sabia que en situaciones como aquella lo mejor era hacer caso del juicio de las gentes del lugar, quienes saben mejor como obrar según las circunstancias del lugar. Ese día volvieron las dos chicas, una para oír como sigue la historia, otra para vigilar a aquel hombre.

- Buenos días chicas, ¿todo bien?
- Si, pero quiero volver a casa.
- Supongo que es así, bueno, piensa que en poco tiempo podrás ir a casa.
- Cierto Dora, en poco tiempo volvemos a casa.

La pequeña no discutió más y Braulio continuó con la historia.

- Bien, Tras dejar descansar a Remi en la cama de una agradable taberna Braulio, Ardrun e Imre fueron a conocer las costumbres de aquella nueva nación en la que se encontraban.
Aquel pueblo costero se llamaba "Sal de caballo" en la lengua compartida, no me pregunten su nombre real ya que me sería muy difícil decirlo, ya que la lengua empirea, era un idioma más pensado para hablar con caballos que con hombres.
Las gentes de aquella región eran semejantes a Ithaisa, gentes morenas de nacimiento pero no compartían el privilegio de su fuerza, grandes comerciantes y mejores jinetes. He de decir que aquel pueblo es de los pocos que hay ya que el pueblo Empíreo era mayoritariamente nómada. Nacen cabalgando, viven cabalgando y mueren dejando de hacerlo. Viven del pastoreo y el comercio de lana, ganado, artesanía y humanos. -Cristina e Isidora dieron un respingo- no mal interpreteis mis palabras. No vendían esclavos... Como tal, se vendían a si mismos como temibles caballeros, mercenarios montados a caballo y todo aquel continente teme a los jinetes Empíreos como si de vuestros jinetes del apocalipsis se trataran.
Creedme si os digo que las naciones al sur de las llanuras y otras en el otro continente creen en las historias de esos jinetes tanto como en que cada mañana sale el sol, hasta ese punto era la fama que les precedía y el temor que se les tenia.
- ¿Que historias contaban de ellos?
- Cuentan, que son jinetes que hablan con sus caballos, para empezar, que todos, los guerreros, son tan fuertes como sus monturas ya que desde que son jovenes se entrenan subiéndose un potro en sus hombros y cargan con el en larguísimos caminos todos los días durante años, y esto es en parte verdad ya que pude presenciar como realmente levantaban a los potros sobre sus hombros daban unos cuantos pasos y volvían a dejarlos sobre el suelo, incluso vi como uno de ellos levantaba un caballo y volvía a dejarlo en su sitio.
También cuentan que por donde cabalga un ejercito de estos jinetes no vuelve a crecer la hierba, que sus gritos de guerra suenan más fuerte que los tambores de sus enemigos, cuentan que sus caballos son parientes de los unicornios y por ello son tan rápidos, fuertes y majestuosos.
Sinceramente, poco sé sobre la veracidad de todo lo que se dice de ellos, pero hay que admitir que son fieros guerreros y mejores jinetes.
Bueno, allí trataron de comprar comida para el viaje que les esperaba y tras eso Ardrun fue a buscar más información sobre su objetivo, ya que no sabían realmente nada de aquel caudillo que atacó Barurthoria. Conocían su estandarte, sabían que su reino estaba en ese continente, pero eso no era suficiente para poder encontrarlo de forma efectiva... Y darle caza en el caso de Ardrun, plantarle batalla en el caso de Bjorm, quien estaba seguro que debía existir una nación que quisiera acabar con su reinado. Y así, con un enemigo en común nuestros protagonistas formarían parte de algo más grande y, seguramente más efectivo que el intento de asesinato de Ardrun.
Eso es algo que Bjorm tardó en hacer ver a Ardrun y es algo que hoy quiero enseñarte, debes pensar antes de actuar.
Verás, el bueno de Ardrun lo primero que hizo fue entrar en una taberna y empezar a preguntar, como siempre, buscar rumores, alguna pista. Cualquier indicio que le llevara por buen rumbo. Esta vez no logro conseguir nada, absolutamente nada, situación que le puso de mal humor y comenzó a beber sin ninguna clase de moderación.
El momento en que Imre y Braulio entraron en aquella taberna buscándolo vieron como estaba rodeado de cuatro Empireos armados con sus características dagas, todos con las ropas rotas mirando como lobos a Ardrun, buscándole algún punto débil. Pero no podían, no le encontraban ningún lugar por donde atacar, pareciera como si el tuviera ojos en todas partes aunque estuviese ebrio y tambaleándose.
Braulio trató de calmar la situación pero no fue fácil, aquellos hombres también estaban borrachos y su lengua compartida era dura como una herradura.

Cuentos para Isidora.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora