Piloto

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Otoño del año 2025.

—Hola Valky- saludó el ojeroso y cansado señor Amdahl. La niña de cabello oscuro y ojos claros levantó la mirada hacia el rostro de su padre.

Estaba enojada con él, le había prometido al menos un día con ella para jugar y en cambio llevaba un buen número de días —que ya no alcanzaba a enumerar con los dedos de sus manitas— encerrada en su enorme casa blanca con nadie más que su nana para pasar el rato.

No la dejaban salir al jardín, ni montar en bici, ni saltar la cuerda, ni siquiera jugar bascket. No le dejaban hacer ninguna de aquellas cosas porque su padre no estaba y además su nana era una anciana con la suficiente edad como para andar en cama todo el día.

Sin embargo, la anciana le contaba muy buenas historias. A veces la desvelaba con cuentos de terror o con increíbles historias de dragones; eso le gustaba de ella, no le contaba cuentos cursis de princesas porque Valky sabía que ella no era una. Tampoco esperaba que un príncipe viniera a rescatarla de aquellas paredes blancas de las cuales no podía salir, simplemente por el hecho de que el hombre que ella consideraba su príncipe azul se la pasaba todo el día con una bata blanca muy ocupado en su trabajo como para pasar al menos una hora con ella.

No le contestó. Sabía que a su padre le dolía que ella lo ignorara, porque a pesar de su corta edad entendía muy bien bastantes cosas que la mayoría de los niños pasaban por alto.

—Cariño- intentó de nuevo el señor Amdahl- ¿cómo te fue hoy con las clases?

El hecho de que le mencionara el tema hizo que la rabia que sentía en ese momento se intensificara. La razón era muy obvia, Valky no iba a la escuela como los niños de su edad, en cambio, diariamente venían profesores de todas las materias que ella se pudiera imaginar a enseñarle todo tipo de cosas.

A la niña no le gustaba eso, las matemáticas eran aburridas, la política le daba dolor de cabeza. Y es que a pesar de tener nada más 9 años, ya se sabía de memoria los países y sus capitales, los presidentes durante los últimos 3 mandatos de cada región, sabía inglés, francés, alemán e italiano. Hacía operaciones matemáticas con todo tipo de dificultad, pero ninguna de aquellas cosas le gustaba.

A pesar de que se le daba demasiado fácil la química, la física y la biología, pensaba que, ya que su padre era un experto en el tema, ella no quería ser como él. En cambio, disfrutaba de horas y horas pintando en la soledad de su habitación y se entretenía con libros de todo tipo de relatos fantásticos.

Valky se encogió de hombros y concentró nuevamente su atención en el libro que tenía en sus manos.

Su padre resopló con cansancio y se llevó las manos a la cara, estrujándose con ahínco los párpados. Se irguió nuevamente en toda su estatura y dejó escapar un suspiro sonoro.

>>Muy bien, ya que no quieres hablar conmigo, supongo que no tendré la oportunidad de presentarte a un amigo que tenía toda la intención de conocerte.

Eso definitivamente captó la atención de la niña quien inmediatamente levantó la mirada y la clavó en los ojos celestes de su padre. El señor Amdahl sonrió con suficiencia y nuevamente se inclinó hacia ella.

—¿Quién es?- preguntó con curiosidad.

—Espera y verás- dijo él con una sonrisa gentil. Las facciones de la niña se suavizaron, sabía que cuando su padre ponía aquella cara y le salía con misterios, alguna sorpresa tenía preparada para ella.

Valkyria olvidó por completo su enojo cuando su padre desapareció tras la puerta. Se dignó a esperar pacientemente, pues sabía que si hacía berrinche lo más seguro era que su padre cambiara de opinión. De todas formas, el señor Amdahl no se demoró mucho, tras un par de minutos su padre se asomó por la puerta con una sonrisa amplia dejando al descubierto su perfecta dentadura.

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