4. Epitafio para el corazón

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  No vemos las cosas tal cual son, las vemos tal cual somos. - Annaïs Nin

Sólo puedes salir de tu ensimismamiento mirando en tu interior.

Hay personas que viven con un miedo constante a que su corazón deje

de latir en cualquier momento, sintiendo cada latido como un número más en la cuenta atrás hacia el fin antes que como una señal inequívoca de que están vivos. Otros apenas sí son conscientes de que un corazón late en su interior, y viven el día a día ajenos a la complejidad de su funcionamiento interno. Es posible que la inquietud de los primeros no afecte en nada al resultado final, pero es evidente que sí afecta a su punto de vista. ¿Es mejor preocuparse en exceso que no hacerlo en absoluto?

Petula seguía tumbada en la misma camilla en la que la habían colocado los ATS, desnuda bajo uno de esos camisones blancos de hospital, de talla única y abiertos por la espalda. Scarlet la había acompañado en la ambulancia, evitando las miradas que la acusaban de SPM –Sospechosa de Parricidio Meditado- a la vez que observaba con nerviosismo cómo los técnicos comprobaban sus constantes vitales y trataban de estabilizarla. Tras entrar por la puerta de Urgencias sobre su camilla de ruedas, habían conducido a Petula hasta una sala de observación aislada, apartada del resto de los pacientes que estaban siendo tratados en las salas de Urgencias.

- ¿Qué es, doctora? –rogó Scarlet, inclinándose sobre el cuerpo inerte de Petula.

- De momento, no tengo ni idea –contestó la doctora Patrick-. De lo único que estamos seguros es de que tiene fiebre y no responde a los estímulos. Clínicamente está en coma.

Scarlet apartó la vista, petrificada al escuchar aquella palabra, y le alivió ver a su madre entrando a toda prisa en la sala. Le agradó menos ver a las Wendys precipitarse al interior justo a la zaga. La expresión que adoptaron sus caras al ver a Petula podría haber sido interpretada por quien no las conociera tan bien como reflejo del estupor o del dolor o puede que hasta de la aflicción, pero a Scarlet no la engañaban. Sabía que era el reflejo de la más pura envidia. Aunque se ufanaba de su incapacidad de leer los pensamientos de las Wendys en todo momento, Scarlet acertó al suponer que la razón de su envidia era la perfecta inmovilidad de Petula. Se había presentado a una selección de modelos de body shusi para el nuevo restaurante japonés de la ciudad, y permanecer absolutamente inmóviles era un requisito esencial que todavía tenía que aprender a dominar.

- ¿Está tomando alguna medicación? –continuó la doctora a la vez que procedía a examinar a Petula.

- Pues no de forma regular, no –respondió Wendy Thomas por iniciativa propia.

- No, claro que no –soltó Scarlet al tiempo que se plantaba junto a su madre como una tigresa defendiendo a sus crías-. Esta sala está reservada sólo a la familia, ¿verdad?

- Somos más hermanas suyas que tú Harlot³ –añadió Wendy Anderson. Aquello le dolió porque Scarlet sospechaba que, ya fuese para bien o para mal, era muy probable que tuviese razón.

Kiki Kensington, la madre de Petula y Scarlet, las mandó callar con un movimiento de la mano. La cosa era seria y enseguida quedó patente de quién había heredado Petula y Scarlet su talante brusco, poco dado a andarse con tonterías.

- ¿Existe alguna posibilidad de que esté embarazada? –preguntó la doctora Patrick.

-No. NO está embarazada –negó la señora Kensington de forma tajante y autoritaria.

- La verdad es que se le ve el vientre algo hinchado –le comentó Wendy Anderson a Wendy Thomas torciendo la boca a la vez que se daba unas palmaditas en su tripa lisa como una tabla en busca de alguna molla.

ghost girl el regresoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora