6. Novia en coma

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Ahora puedo ver cómo todo Se hace pedazos  

No se puede tener todo

De ahí los celos, que tampoco es que sean algo tan terrible. Los celos con una suerte de vara medidora que evalúa la temperatura de las personas, de sus deseos, sus necesidades o sus relaciones personales. Un barómetro de satisfacción personal. La cuestión es si esos celos motivan o, por el contrario, paralizan. En algunas personas, obran ambas cosas.

No puedo quedarme mirándola en este estado y no hacer nada –dijo Scarlet, llegando finalmente al límite de lo que podía soportar.

-Lo sé –trató de reconfortarla Damen.

-No, en serio, no pienso quedarme sentada sin hacer nada –dijo Scarlet, rechazando su compasión.

-Tal vez deberías irte a casa y descansar un poco –dijo Damen con dulzura, intuyendo que ella estaba a punto de perder los nervios -. Yo me quedaré.

-No me digas –masculló Scarlet.

-Pero ¿qué pasa contigo? –preguntó Damen.

-Estos médicos no están haciendo nada de nada –dijo Scarlet, tan frustrada como celosa -. Pero he estado pensando...

-Oh-oh –dijo Damen, reaccionando a la expresión de seriedad en el rostro de Scarlet.

-Puede que conozca la forma de ayudarla –dijo-. Es más quizá yo sea la única persona que pueda.

-¿Y cómo te propones hacerlo? –a Damen le ponía nervioso pensar en lo que Scarlet pudiera tener en mente -. Cuenta con los mejores médicos, especialistas y enfermeras, que hacen cuanto está en sus manos.Scarlet se lo expuso a Damen.

-Si Petula no está aquí, ¿dónde está entonces? –preguntó.

-Pero sí que está aquí –Damen señaló la cama, tratando a Scarlet como si fuera una niña, o una lunática.

-No me refiero a su cuerpo, eso no es más que un caparazón –le amonestó Scarlet -. Sumente. Su alma. Petula.Damen se encogió los hombros, no del todo seguro de adónde quería ir ella a parar.

-Mira, ya sé que alma es una palabra que ninguno hemos utilizado jamás en la misma oración que Petula –reconoció Scarlet -, pero hasta ella tiene una.

-Está bien –contestó Damen con parsimonia y por decir algo.

-Bueno, entonces en algún sitio tendrá que estar ¿no? –preguntó Scarlet.

-Eso son palabras mayores –contestó Damen, que seguía sin saber muy bien a qué apuntaba ella con todo aquello -. Y la cosa es que no llevo encima el libro de texto de Introducción a la Filosofía, así que...

-No seas tan cerrado –dijo Scarlet secamente -. Tú estabas allí el día del Baile de Otoño.

-Sí, y... -replicó Damen con incredulidad.

-Existe toda otra realidad de la que no sabemos nada –le recordó Scarlet -. Bueno, más bien, de la que algunos no sabemos nada, diría yo.

Y con ésas, se giró dándole la espalda a Damen y se cruzó de brazos, enfurruñada.

Damen la cogió de los hombros y la obligó a darse la vuelta empleando más fuerza de la que jamás Scarlet había sentido que emplease con ella.

-No sé lo qué pasó entonces –dijo Damen, que a todas luces había borrado de su mente buena parte de lo sucedido aquella noche -. Pero fuera lo que fuese, se debió al azar. Algo que sólo ocurre una vez en la vida.

ghost girl el regresoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora