Un gran animal

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Seguía en la solitaria habitación, el cuadro permanecia frente a mi, mas quieto que un jaguar al acecho, la melodía que interpretaba el órgano había parado, no había voces gritando y clamando, todo era silencio absoluto. Mi cuerpo sudaba y temblaba por las recientes imágenes. Mi mente estaba en shock, no podía reaccionar, cualquiera hubiera creido que era una nueva pieza del museo de cera.

De pronto comencé a oír un golpeteo lejano que se acercaba poco a poco. Pasos. Eso basto para hacerme reaccionar un poco, mas por instinto que por nada. Algo venia hacia mi, definitivamente no estaba solo, gire la cabeza en dirección a la puerta, ya que de ahí provenía el sonido, y vi una luz blanca seguida de un humo verde, como esos que ponían en los festivales de la escuela como efecto especial de espectáculo. Busque a mí alrededor un lugar en el cual ocultarme, pero como no había prácticamente nada en la habitación aparte del órgano corrí lo mejor que pude a esconderme debajo de él y me quede viendo atentamente a la puerta aguardando a ver quién o que se acercaba.

El humo se extendió por el hueco de la puerta y de repente distinguí una silueta, una sombra, que a medida que se acercaba se extendía más. Trate de calmar mi respiración, entre menos ruido hiciera mejor. Enseguida el sonido de alguien tosiendo capto mi atención. En la puerta la silueta disminuyo y apareció un anciano de barba blanca con una especie de bata color azul, que sacudía sus manos para dispersar el humo mientras murmuraba algo que no logre distinguir. Cuando el humo se esfumo el viejo se sacudió la bata y se irguió.

-Está muy oscuro aquí dentro- dijo el viejo, con una voz ronca y cansada para a continuación dar dos aplausos. Y como por arte de magia la luz se prendió y pude contemplar mejor al recién llegado. Llevaba una bata azul marino con estrellas bordadas y un sombrero con terminación en punta del mismo color, medía aproximadamente metro y medio y parecía estar alrededor de los 80 años, quizá un poco más, su rostro demostraba cansancio y sus hombros estaban caídos, como si cargara un gran peso en la espalda.

-Oye- dijo una voz grave que me erizo la piel y me saco de mis pensamientos- ¿Qué crees que estás haciendo allí?- me voltee y vi una silueta gris con algo parecido a un par de focos verdes, o al menos eso creí.

Esa imagen me saco tal susto que inconscientemente mi cuerpo salto, provocando que me golpeara la cabeza contra la parte baja del órgano.

- ¡Au!- exclame por lo bajo a la vez que me sobaba el punto del golpe con la mano, entonces dirigí nuevamente la mirada hacia la silueta extraña que me había sobresaltado. Esta vez pude ver con claridad a la criatura. Era un lobo gris, grande, con ojos ¿lilas?, no, verdes, no, era difícil saberlo de repente eran lilas y al siguiente segundo verdes, en momentos tenía un ojo de un color y el otro de uno distinto.

- ¿No me oiste?- dijo de nuevo aquella voz , venia de la dirección en que estaba el animal, intente ver si había alguien detrás de este pero no logre distinguir nada – Ya¡, sal de ahí granuja.

De pronto caí en la cuenta de que no había nadie detrás, lo que significa que aquella voz provenia de...

- Oye no me hagas enojar, si no sales iré por ti, ¿entendiste?

Mis oídos no creían lo que escuchaban, ni mis ojos lo que veian.

- ¡¡¡¡¡¡¡Ahhhhhhh!!!!!!!

Salí a gatas hacia atrás, quedando fuera de mi protección, alias el órgano, totalmente al descubierto.

 Hasta que choqué con algo.


La maldición de CunninghamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora