Capitulo N° 8: "La piedra esperanza"

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Como en la última reina, todo indicaba que para conseguir la última piedra la de la esperanza, debían dirigirse a Las Rosas.

No sabía por dónde empezar a buscar y tampoco podrían pasearse como si nada por los pasillos de la inmensa casona que lo había albergado los últimos años.

Entraron por una ventana que Ali había conscientemente dejado abierta y de puntillas miraban todo el techo, las paredes, el piso, en cualquier lugar podía estar, pensaba el niño.

De repente, al asomarse en una esquina, tuvieron que esconderse tras un enorme reloj. La directora salía de su despacho, iba malhumorada y a paso rápido. Pero eso a Matías no le importaba, era algo muy normal.

Ali salía de su escondite dando saltitos de alegría muy tranquila y despreocupada, deteniéndose junto frente a la puerta doble de madera del despacho de dirección.

A Matías le costó un poco más acercarse a la puerta. Siempre que había sido obligado a llegar hasta allí, lo había pasado terriblemente mal durante días y noches, sin descanso, pago por alguna travesura en la que fue descubierto.

El hada, su amiga y ángel guardián los últimos días, comenzó a bailar alegremente incitándole a que tome coraje y la acompañe a la dirección, dándole a entender que todo estaba bien.

Así lo entendió él y no sin cautela se arrimó a ver qué cosa era la que ponía tan feliz a Ali.

Una aldaba a la que nunca había prestado atención y que parecía que nunca había estado allí. Sobresalía de forma diabólica de la puerta y en du frente un 3° ojo verde brillante, estaba abierto.

Por un instante su corazón brincó de alegría pero el ojo pareció parpadear y su mente se nubló.

Su padre lo abandonabo para nunca volver, el rostro de su madre, junto con su voz, se desdibujaban de sus recuerdos, así como la esperanza de ser feliz algún día.

Eso les ocurría a todos los niños y niñas huérfanos que se plantaban frente a la puerta de la desolación y la esmeralda absorbía todas sus ilusiones y esperanzas sumiéndoles en el sueño de un futuro desértico solitario y triste.

Pero Matías no estaba solo, y Ali solo tuvo que pararse entre la puerta y él para que su luz envolviera la oscuridad de su mente y lograra salir de ese transe.

Con decisión y firmeza tomo la última piedra y salió corriendo de ese horrible lugar, dejando a su amiga allí, sola.

Pero a Matías no le importaba.

Matías y el soldadito de plomoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora