Capitulo N°4: "La última reina"

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Había oscurecido demasiado deprisa o el descubrimiento de que su nueva amiga era un hada, había hecho que el tiempo perdiera su ritmo habitual.

 

 

 

Ya era de noche y todavía necesitaba una reina antes de que amanezca.

Una y otra vez se repetía:

“Te observa desde el cielo esperándote llegar, antes de la salida del sol.”

 

 

 

No sabía a qué flor podía referirse, era la última y tenía que darse prisa.

Miró las estrellas como era su costumbre.

Sabía que allí no había ninguna flor, pero buscaba una señal, algo que lo guiara.

 

 

 

Una estrella fugaz cayó del cielo justo sobre el orfanato y se encaminó hacia él.

 

 

Ali lo seguía de cerca pensativa.

Al llegar, todo estaba en silencio, eran mas de las doce, demasiado tarde.

Con sigilo se dirigió a su cuarto, todos dormían. Miro a su alrededor. Ali no estaba, había desaparecido.

 

 

 

 

No tenía tiempo para buscarla y estaba desesperado. Sin saber qué hacer, se recostó en su cama para descansar y ordenar sus ideas.

 

 

 

Sintió algo duro debajo de su almohada. Era un libro. Pero no cualquiera, era el libro de Ali.

 

  

No podía creer lo que veían sus ojos. En sus páginas se describían todas las flores de Bahías de Sur.

 

 

Había incluso un poema antiguo titulado “Las reinas de sur”. Y Allí estaban, las rosas, las margaritas y las campanitas cuya leyenda reza que escuchar su sonar indica que tu vida se acaba.

 

 

 

Eran más de las dos cuando llegó a la base del acantilado. Y seguía sin noticias de Ali.

 

 

Comenzó a subir, las piedras lastimaban sus manos, ya cada paso rodillas y piernas se raspaban, pero continuó y continuó ciegamente y sin pensarlo.

 

 

 

De repente la piedra de donde se sostenía se soltó y derrapó varios metros.

 

 

 

Estuvo a punto de morir pero no le importaba.

 

 

Casi sin fuerzas llego a un rellano y descansó. Miró sus manos y piernas que sangraban pero no le importó.

 

 

 

Unos pájaros enormes comenzaron a atacarlo sin previo aviso, intento ahuyentarlos pero fue inútil, picoteaban su cuerpo salvajemente.

 

 

 

Estoy perdido, pensó Matías, Cuando un hilo de plata se poso frente a sus ojos llorosos. Miro hacia arriba y sin creerlo, allí estaba Tela, su siempre amiga, tejiendo una cuerda para sujetarlo.

 

 

 

Tenía entendido por los libros que las telas de araña podían resistir mucho peso, pero esto era demasiado.

 

 

Al llegar a la cima del acantilado, miró a su amiga. Tela le guiñó un ojo.

Ali, ¿eres tú?

 

 

 

La magia volvió a aparecer ante sus ojos. Frente a él su nueva o su siempre amiga Ali el hada, sostenía una campanita en sus manos.

 

 

 

Matías y el soldadito de plomoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora