LAS ÚLTIMAS CONFESIONES

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Leopoldo siempre recordaba a su abuela-madre sentada tecleando esa negra máquina de escribir, pero pocas veces le preguntaba qué era lo que escribía; como tampoco le preguntaba qué conversaba con sus clientes ávidos de conocer lo que el destino les deparaba. Y, mucho menos se metía a la pieza de las costuras donde su abuela se quedaba hasta muy tarde. La comunicación entre ellos era poca. Sin embargo, aquello no significaba falta de amor. La causa era simple: ambos vivían en aparentes mundos distintos; él, en su particular mundo de joven adolescente; ella, en su extraño mundo que la conectaba con el futuro y la desconectaba del presente. Una de sus pocas conversaciones, y que nunca olvidará Leopoldo, tuvo lugar un lluvioso día de diciembre de 1955, a media tarde:

___ Leo, ¿podemos conversar? ___ preguntó Matilde, interrumpiendo al muchacho que estaba casi pegado a la nueva radio, escuchando unos programas extranjeros en onda corta.
___ Claro que sí, dime, abuela ___ respondió Leopoldo, quien ya no le decía "madre", sino solamente abuela.
___ Hijo, nunca había intuido ni visualizado algo que me afectara directamente o a mi entorno cercano. ___ Dijo ella, mirándolo con una profunda expresión de tristeza. De fondo se escuchaba llover copiosamente.
___ ¿Y, ahora sí? ___ preguntó Leopoldo sin prestarle mucha atención.
___ Así es. Y necesito decirte algunas cosas ___ respondió su abuela, mirándolo a los ojos sin pestañear.
___ Te escucho, abuela; dime ___ presionó el muchacho, como queriendo terminar luego con la conversación y seguir escuchando la radio.
___ Necesito que me prestes atención. Apaga esa radio, por favor ___ pidió Matilde, manifestando cansancio. La lluvia seguía. Leopoldo apagó el aparato receptor y adoptó una actitud más cercana a lo que significa prestar atención. Y dijo:
___ Me estás asustando, abuela. ¿Qué pasa?
___ Pasa que... te vas a quedar solo ___ respondió, casi inaudible, ella.
___ ¿Cómo así? ¿Vas a viajar? ¿Cuándo? ___ Quiso saber Leopoldo, sorprendido.
___ Tú cumplirás el sueño de irte a sudamérica, a Perú, como quieres. Y será en menos de ocho meses. Lo sé, y por eso te lo digo.
___ ¿Y tú, abuela; te quedarás sola? ___ preguntó, aún más sorprendido el muchacho.
___ No exactamente ___ respondió Matilde, esbozando una sonrisa muy triste.
___ ¿Entonces, por qué tanto misterio? ___ dijo Leopoldo, algo incómodo. Afuera ya no se escuchaba la lluvia tan fuerte.
___ Hijo, seré breve... Mi intuición no falla. Y el Tarot me lo confirmó. Mi muerte está muy cercana, no más allá de tres meses.___ Sentenció.
___ ¡¿Qué, de dónde sacaste esa absurda ocurrencia?! ___ Exclamó el muchacho, alarmado.
___ Es mi destino, y, lamentablemente nada se puede hacer; así que tendrás que afrontar tu propio destino y hacerte cargo de mis cosas.
___ No abuela, no te vas a morir. Eres una mujer sana y aún fuerte. No, tú no me dejarás tan pronto. Estás muy equivocada, eso es. Muy equivocada ___repetía confundido y alterado Leopoldo.
___ Escúchame bien; esta enorme y preciosa casa la pondremos ahora mismo en venta a un valor bajo para venderla luego. Con parte de eso arrendamos una casita chica por unos ocho meses. El dinero que sobre por la diferencia de valor, será tuyo Leo, para viajar en vapor carguero hasta Perú, cruzando el canal de Panamá. Yo sé como tramitar todo eso y conseguir un cupo para tripulante del carguero. Créeme. ¡Ah!, y lo más importante, mi baúl irá contigo; llevará algo muy importante y no deberás abrirlo nunca salvo que alguna situación te obligue hacerlo. Cúidalo, cúidalo mucho.___ insistió Matilde.
___ ¿Ahí estarán los documentos del negocio náutico del abuelo? ___ pregunto Leo, sin acertar.
___ No, ahí estará mi diario de vida, mi Diario. Mejor aún... Es el Diario de Una Clarividente. Hay hechos que se cumplieron tal cual los describí; y también hay hechos que se cumplirán tarde o temprano. Te entregaré el baúl sin la llave del candado. Llegado el momento tendrás que concurrir donde un cerrajero o donde un anticuario, ellos saben de baúles.
___ Gracias, abuela-madre, por ahora no nos preocupemos de eso. Hablemos de otra cosa, mejor ___ cortó el joven relojero.
___Claro, ¿te parece que te hable del futuro del mundo, como lo veo yo? ___ preguntó dubitativa.
___Genial, vale, yo tomo nota por si sale cierto algo, ¿te parece? ___ propuso Leo, para seguirle la corriente; aunque conocía muy bien el talento de ella.
___ Me parece bien. Éstas, posiblemente sean el fruto de mis últimas visualizaciones; mis últimos vaticinios; mis últimas tincadas; tal vez... mis últimas palabras.
[... Silencio y rostros compungidos.]

DIARIO DE UNA CLARIVIDENTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora