INCERTIDUMBRE

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"1938: Me cuesta, me cuesta mucho escribir. Miro mi máquina dactilográfica; me quedo con la vista fija sobre el papel en blanco, y las ideas se me hacen nada. No quiero, por ahora, dejar registro de mis vaticinios. Ya estoy harta. No pude evitar la muerte de mi madre; no pude anticiparme a la muerte de mi marido ni de mi tía Lucía; no pude prever lo que ocurriría en mi propia casa. Y no puedo saber dónde podría encontrarse mi desaparecida hija para mandar a buscarla, viva o muerta. No . Ya nada . Solo que me he convertido en una viuda amargada que, al menos, tiene a su pequeño nieto (de poco menos de cuatro años) por compañía. Me he ocupado por completo a la crianza de mi pequeño. Más que su abuela, ahora soy su madre. Mi vida ha sido tan desastrosa que, vivo solo por él".

"Me costó mucho volver a mi casa grande, los recuerdos estaban en cada esquina, en cada rincón. Una parte resultó quemada, y mientras los señores políticos intentaban apagar el fuego resultaron alcanzados por las balas que entraban por todos lados. Mi esposo nos defendió hasta el último; disparaba con un fusil que había adquirido por seguridad; mientras repelía el ataque, apoyando a los guardaespaldas de los líderes políticos, nos gritaba que no saliéramos de donde estábamos, la mesa era de tablones muy gruesos y era muy pesada. Pepe gritaba enardecido mientras disparaba, y cuando dejó de gritar... miré y vi cómo sus piernas se doblaban completamente y trataba de afirmarse, inútilmente en el mismo fusil, mientras se derrumbaba bañado en sangre. Quise salir ayudarlo, pero mi hija me agarró con tal fuerza que, ahí me di cuenta que si lo hacía... las balas me alcanzarían a mí, también. Mi tía Lucía estaba en el suelo protegiendo a Leopoldito que lloraba sobre un pequeño cobertor de bebé. Al intentar levantarse para prestarle ayuda a mi marido, dos tiros le atravesaron la espalda y cayó fulminada de inmediato. A los pocos segundos se terminó la balacera y sentimos que los atacantes se retiraban en sus vehículos. Afuera, cinco guardaespaldas estaban muertos y los otros tres en muy malas condiciones. Cuando llegó la patrulla policial, alertados por los disparos, ya todo había acabado. Mi hija, Leopoldito y yo salimos ilesos; fuimos sacados de ahí..., y al ver tanta sangre perdí el conocimiento."

DIARIO DE UNA CLARIVIDENTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora