— ¿Aló?
— Veo que lo encontraste –decía Yule a través del teléfono, esbozando media sonrisa.
— ¿Por qué me diste tu número y por qué quieres saber 'mi historia'? ¿Acaso no has escuchado las tantas que se rumoran en el barrio?
— Quiero saber la real. La que viene de ti, no la que inventen un montón de personas.
— ¿Y a ti quién te dice que son inventadas?
— Por favor, Yuri. Ayudas a los niños, e incluso a los animales del barrio, no todo puede estar resumido en que robas a los demás. Sé que hay algo más detrás de eso, algo grande.
— En ese momento Yuri soltó un leve suspiro, sin saber qué más decir. Solo dio unos segundos más para ver si la adversa soltaba algún otro comentario, ni siquiera sabía por qué no colgaba el teléfono.
— ¿Yu? ¿Sigues ahí?
— Mira, no estoy para este tipo de tonterías, sigue escuchando las historias del barrio mejor. Adió—.
— ¡Espera! No me cuelgues. Yo solo quiero saber.
— No molestes. –Espetó, ya cansada de eso.
Y así pasaron otros treinta minutos, Yule insistiendo, y Yuri sin saber el por qué no colgaba el maldito teléfono de una buena vez.
Lo bueno de pasados esos minutos que por fin hubo un acuerdo de ambas partes.
— Está bien, si así vas a dejar de molestar, nos veremos en ese lugar.
— Gracias por eso. No te vas a arrepentir. Cuídate mucho.
Sin más, la llamada finalizó y por alguna extraña razón Yuri se sentía nerviosa. No es como si hubiera visto a muchas personas desconocidas en su corta vida. Y saber que estaba a unas horas de ver a una no le daba mucha tranquilidad.