- Karla, Tomás, Mateo, Cocu, y Alejo. - Decía en voz alta, a la par que contaba con sus dedos. Eran los nombres de los niños que había alimentado esa mañana.
Se encontraba sentada en el tejado de la casa más alta de la calle, observando a cada individuo que pasase por allí. Habían pasado ocho días desde el último encuentro con Yule. Aún recordaba lo de la cucaracha, y las ganas de golpearla seguían intactas.
El reloj marcaba la 1:36 P.M, hora promedio en la cual Yuri almorzaba. Aunque ese día, no tenía mucha hambre. Fue cuando recibió un SMS que decía:
- ¿Ya comiste?
- No, no tengo hambre.
- Come algo, mira la hora que es.
- Dije que no tengo hambre.
- Y yo que comas algo.
- ¿Es que acaso debo hacerte caso?
- Sí, obvio.
- Ilusa.
- Me siento atacada.
Tras mil insistencias por parte de la mayor, Yuri tomó la iniciativa de ir hasta el mercado más cercano y comprar algo. Para colmo, tuvo que mandarle una foto a Yule.
- Ahí está. No molestes.
- Muy bien, así me gusta. ¿Qué haces?
- Creo que volveré a casa ya, el sol está muy fuerte y eso me molesta.
- Bien, ve con cuidado.
Una vez leído esto, guardó su móvil en el bolsillo de su jean y tomó rumbo hacía su hogar. Como de costumbre, caminaba con la cabeza gacha y pateando pequeñas piedras que habían en el camino. No pasaron más de diez minutos, y Yuri llegó a su casa, fue sorprendida por su perro, el cual se lanzó una vez la vio dando leves lamidas a sus manos.
- Hola, pequeñín. - Saludó en medio de grandes sonrisas, las cuales hacían que sus pómulos parecieran dos bolas de nieve.
Acto seguido, se despojó de sus prendas y fue directo al baño. Tomó una ducha de unos ocho minutos para después ponerse su pijama. Y tomar su celular para avisarle a la castaña.
- Ya llegué. Sana y salva.
- Me alegro, gracias por avisar. ¿Qué harás ahora?
- Creo que dormiré un rato, me pesan los ojos.
- Entonces ve y duerme unos minutos. Estaré esperando por ti.
- Eso haré. Hablamos después.
Pasaron más de tres horas, el reloj ya marcaba las 6:00 P.M, y Yu seguía durmiendo.
Cabe destacar que la noche anterior no había pegado un ojo hasta la mañana siguiente por estar dibujando. En unos casos flores, en otros animales, personajes de caricaturas, hasta unos simples rayones.
Su sueño se vio interrumpido, cuando unos golpes sacudieron su puerta. Eran pausados, pero fuertes.