Yule se encontraba sentada con las manos apoyadas en sus mejillas. Estaba allí en el lugar que había pautado con Yuri hacía unas horas. Estaba, lejos de ser un lugar bonito, sin embargo, no era del todo horrible como aquel barrio en el que vivían alguna de las dos.
Estaba en el barranco de la zona más alta de la ciudad, en donde solo una piedra grande, su celular y las estrellas esparcidas en el cielo parecían ser sus únicos acompañantes.
Irónicamente Yule no se sentía sola, había sentido aquella soledad la mayor parte de su vida, si. Pero allí esperando por la historia de lo que parecía ser una hermosa persona, se sentía acompañada por la paz que había en lo alto.
Empezó a jugar con su labio inferior mientras los minutos pasaban. Ella había llegado allí a las 7 con media de la noche. El encuentro había sido pautado para las 8 y no quería ser impuntual.
En cambio Yuri, salía de su casa a las 8:15, dudando aún de haber pautado con una completa desconocida. Había algo en su interior que no lograba identificar que la impulsaba a salir de casa, tomar el camino al barranco en su carro, e ir a ver a la chica.
Aun así, su parte más necia, que esta vez se sentía debilitada por aquello que no lograba identificar, le incitaba con susurros débiles que no fuera y siguiera su vida como si aquello no hubiera pasado.
Entre pensamientos y dudas, Yuri se sorprendió a sí misma cuando estaba cerrando la puerta de su carro habiendo llegado ya a la zona más alta.
Yule, quien había esperado ya más de media hora. Siguió en la misma posición de minutos atrás, pero ahora sus ojos brillaban y por una extraña razón se sentía nerviosa cuando veía la silueta de Yuri bajar de un carrito que había pasado por mejores épocas.
No supo que hacer, si bajar de la piedra a saludar o esperar que ella se acercara. Optó por la segunda opción, Yuri parecía muy seria, y si quería saber si historia iba a respetar todo su espacio.
Con pasos lentos la chica de labios carmesí subió a la piedra sin mirar a la chica de largo cabello castaño. Decidió por sentarse en el otro extremo. Solo se quedó allí observando las estrellas en el cielo.
-¿Son hermosas no es así?- Dijo Yule después de observar unos minutos la pintura más linda que le pintaba ese momento.
Se había quedado sin aliento cuando observó a Yuri contemplando las estrellas. Su cabello caía en capas hasta sus pechos y sus ojos brillaban con esa mirada de niño en Navidad cuando le daban su juguete. ¿Quien podría pensar que ella era una persona peligrosa? Allí en la zona más alta de la ciudad, le parecía la persona con la alma más hermosa de todo el infinito universo.
-Siempre he pensado que las estrellas son personas. No solo muertas, si no, personas vivas.-Yule se sorprendió una vez cuando escuchó una respuesta pronta salir de los labios de la chica que aún no la miraba.
-Nunca lo había pensado de esa manera.- Respondió.
-Son personas, pero solo aquellas que iluminan tu vida. Unas deciden apagarse por sí mismas y otras resplandecen con una luz única. -Continuó quien decía ser la chica más peligrosa de la ciudad.
La chica de cabello largo, esbozó la sonrisa más grande que hubiera podido esbozar en los últimos meses.
Sin fijarse en ello, Yuri le empezaba a contar su verdadera historia.