Y así pasaron diez, quince, y hasta treinta minutos, Yuri narrando lo que era su historia, y Yule prestando atención. En más de una ocasión lanzando preguntas que le hacían rodar los ojos a la castaña en un dos por tres.
- ¿Y entonces? ¿Por qué decidiste ayudar a los perros, y a los niños del barrio? ¿En qué te beneficia eso a ti?
- Bueno, verás. De pequeña, solía estar sola en casa, y un día paseando por las calles de la ciudad me encontré a un pequeño cachorro. Parecía perdido, y sin pensarlo dos veces lo recogí. Estaba bastante maltratado, lleno de pulgas, y al parecer llevaba días sin comer. Lo crié desde pequeño, hasta el día de hoy, y es una gran razón para querer más a estos animales. Además, ¿no crees que son hermosos? -Cuestionó con un tono de voz totalmente diferente al que había usado en la llamada. Esta vez parecía estar más liviana, e incluso contenta.
Yule sonreía de oreja a oreja, viendo las expresiones que hacían presencia en la contraria. Se podía decir que en ese tiempo transcurrido, había detallado hasta el último gesto.
- Lo son. Aunque realmente no soy fan de los animales, mucho menos de los gatos. - Esa última palabra la soltó con un tono de asco e irritación. Cosa por la cual Yuri la miró extrañada, y de inmediato dio un pequeño golpe en el brazo de la adversa. - Cabe destacar que casi a la mitad de la 'charla' ambas se acercaron un poco más. De manera prácticamente involuntaria. O eso parecía.
- Por qué dices 'gatos' así. Si son otras ternuritas. Me empezabas a caer bien.
- ¡Yo quiero caerte bien! Es decir, no sé. Olvídalo. Igual son feos.
- Como digas. Es tu opinión. ¿Algo más que quieras saber?
- Por ahora sé lo suficiente. Más adelante podrás contarme lo que falta. E incluso, puede que narremos una juntas.