CAPÍTULO 4.

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Todos los días, todas las oscuras noches, me proponía a mi misma diferentes retos de superación, me decían que eso era bueno para mí, pero ellos no sabían que yo era una granada y que dentro de poco alguien iba a tirar de la anilla e iba a saltar por los aires, en mil pedazos.

Ese alguien llegó, pero todos os pensaréis que fue un chico, un valiente y fortachón hombre, pero que va, fue la hermana de mi madre, mi maravillosa tía, la que de pequeña era como mi hermana mayor ya que nos sacamos pocos años, con la que no hablaba casi nada porque me moría de la vergüenza.

Poco a poco se fue ganando mi confianza, poco a poco fue mi único apoyo, fue y es mi hermana. Empezó por dar la cara, por no ocultarme lo que había pasado, por hablar conmigo y por aguantar mis chapas cada vez que la hablaba del dolor que sentía. Está loca de remate y esa locura me ayudó a sacar a la luz la mía, compartía con ella todo lo que me pasaba, mis miedos, mis tristezas y mis alegrías, mis ganas de llorar y sobre todo mis metas.

Lentamente y sin yo darme cuenta fue tirando de la anilla hasta que la granada de mi interior explotó en el exterior, me hizo una persona nueva y ni os podéis imaginar lo agradecida que estoy ahora, antes no estaba dispuesta a asumir riesgos pero ahora, ahora, me tiro por mil y un barrancos sin miedo a la caída, a lo que vendrá después.

Abigail se llama, un nombre precioso, ¿verdad? Ella es preciosa y todo se lo debo a ella, a su forma de ver la vida, por estar a mi lado hasta cuándo yo le pedía que no lo hiciera, te lo puedo decir ahora mismo... Puedes estar orgullosa de lo que haces, de la persona que eres y lo que causas en las demás.

Increíble.

Nuestra gran pérdida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora