CAPÍTULO 6.

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Me encuentro sentada en mi habitación mirando por la ventana, y la imagen que veo son varios árboles agitándose por el viento, casas alrededor y... Dos pájaros volando alto, casi raspando las nubes, piando y posándose en el tejado de enfrente.

¿Es curioso no? El otro día leí un libro sobre la fauna asiática, y descubrí que existen reptiles en Borneo que nacen y mueren sin tocar tierra, pasando su vida de árbol en árbol, y lo curioso es que lo hacen por miedo a las serpientes.
Tal vez me esté volviendo loca, pero pensé bastante en la cuestión y llegué a la conclusión de que hay personas que hacen exactamente lo mismo, que nunca llegan a pisar totalmente el suelo, el mundo real.
Creo que existen personas, muchas, que viven toda su vida huyendo de la realidad en las cimas de sus propios árboles.
Y creo que las serpientes son los demás.

Poco a poco me di cuenta que yo era una de esas personas, que huía de personas tóxicas por miedo a los reproches o simplemente por miedo a lo que ellas pudieran hacerme, que tonta había sido.

Ahora no me iban a pisotear, ahora iba a ser yo la que arrase, la que por dónde pisara dejara huella, pero no una huella marcada solamente, una huella de las que pisas y te hundes para dentro.

Recibir guantazos de la vida era duro pero estaba dispuesta a darlos yo y por eso hace un par de años me había convertido en una persona de lo más borde posible, pero si rascabas un poquito te darías cuenta de que detrás  de una tipa dura y cara de mala leche hay una persona totalmente distinta, mi verdadero yo. La que sonríe hasta en los días de lluvia, la que ríe a carcajadas hasta no poder más y la que si puede echarte una mano, te la echa.

Ahora era feliz con lo que tenía, la paz que me transmitía mi familia y el "siempre estaremos a tu lado" de mis amigos era lo más reconfortante del mundo.

Nuestra gran pérdida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora