CAPÍTULO 1.

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Me llamo Sara, ahora tengo 14 años y no sé muy bien como voy a contar esta historia sin derramar alguna que otra lágrima.

Se llama, bueno, se llamaba Paloma, tía de mi madre y para mí era todo, tía, mejor amiga, hermana...era la persona más bonita que podía existir, su sonrisa enamoraba a todo el mundo, la luz de sus ojos, la forma en la que demostraba lo bonito que es vivir y las ganas que tenía de comerse el mundo, me encantaba y lo mejor de todo es que nos lo transmitía a todos, estar con ella era estar feliz.

Era un caluroso día de agosto cuando por primera vez me llevaban al hospital a verla, la habían diagnosticado cáncer, pero ella era fuerte, todos lo sabíamos. Iba con mi abuela y mi madre,no sabía por qué pero yo estaba nerviosa, esperaba contemplar algo horrible, nunca antes había ido a ver a un familiar al hospital, solo cuando operaban a alguien cercano de algo simple, pero no, estaba bien, con una coleta alta y el pijama del hospital, el azul siempre la sentaba bien pero justamente esa clase de azul no, el azul de la bata del hospital no la sentaba bien. ¿A quién le sienta bien una de esas? Creo que a nadie.

Era su cumpleaños y lo tuvimos que celebrar allí, en esas cuatro paredes llenas de médicos y enfermeras, pero estábamos todos juntos, nos pasamos el día riendo y ella había borrado el dolor, aunque solo fuese por un rato.

Después mi madre y yo nos fuimos a casa, todo el día había estado dándole vueltas a una pregunta y no estaba segura si decirla o guardarla con candado en mi corazón, me decanté por la primera opción:
-¿Se va a morir?- dije
-No hija, claro que no... No pienses eso- y después de un largo silencio añadió- Mañana volveremos para verla y verás como pronto está en casa.
- Está bien, mamá.

Pero al día siguiente no volvimos, mi madre no me dió una explicación y no fuimos otra vez a las semanas.

En el colegio me pasaba todo el día dibujando dibujos llenos de colores y sonrisas que nunca llegaron a las manos de nadie, nunca salieron a la luz, los guardaba detrás de mí estantería y creo que siguen allí, siempre metía y metía pero nunca sacaba... Me encerraba en mi mundo y nunca expresaba mis sentimientos, era extraño pero reconfortante a la vez, no tenía que preocuparme de la opinión de los demás.

Nuestra gran pérdida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora