V. Tarde para arrepentimientos

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Había explotado en llanto, pero jamás contó con que orange fuera a hacerle compañía al sofá, no contó con la calidez de sus brazos a su alrededor, no contó con la dicha de la compañía.

Pero no quería, no podía confiar en otro ser humano, temía seguir ciegamente a la punta del rascacielos, temía confiar y caer hasta estamparse contra el suelo y romperse en miles de amorfos pedazos.

—¿Qué ha-haces? —cuestiono titubeante, observó la expresión de su antiguo enemigo.

Totalmente en blanco, pero con un brillo indescifrable en sus irises, ¿algún día podría leerlo?

—Te abrazo —le respondió como si fuera lo más normal del mundo.

—¿Por qué?

—Parecías necesitarlo... —acotó con su mirada granate fija en él.

Se sentía tan, cohibido, descubierto, como si la intensidad de la mirada del castaño pudiera ver a través de él y tocar su ser, se sentía tan indefenso, bajo la mirada a sus manos, apretadas entre sí, sus palmas sudorosas mientras que las de Inaho lo rodeaban en una calidez recién descubierta, a penas podría lidiar con la dicha recién descubierta del consuelo.

—Gracias —murmuro y su garganta se comprimió en un nudo, rompió a llorar.

Por primera vez, Kaizuka Inaho se dio la libertad de abrazar a la frágil maraña de sentimientos y dudas entre sus brazos, veló sus sueños y antes de darse cuenta el pesado manto oscuro de la noche les envolvió, sus ojos brillaron envueltos en la oscuridad, el cuerpo cálido entre sus brazos se acurrucó otro poco contra él, ¿cómo podía un ser tan cálido tener un corazón tan frío, pero noble? Tal vez, solo hacía falta que el beso del verano penetrara para derretir el hielo, le observó otro poco, segundos, minutos, tal vez horas, al final el calor le arrullo y por esa noche durmieron acurrucados uno contra el otro.

HeartlessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora