DYLAN
Apenas entré a mi casa, me di cuenta de que tenía visita. Maldición. «Y justamente el día que deseaba estar solo reprochándome por haber cometido la estupidez más grande de mi vida», pensé mientras colocaba mi portafolio en el mueble que estaba a un costado de la entrada. Y sin saludar, me dirigí directamente a uno de mis sofás.
—No tienes una buena cara—comentó Mauricio mientras se levantaba y se dirigía de forma relajada a la cocina—. ¿Mal día en el trabajo? —preguntó sin verme, y desinterés, solo para hacer un poco de conversación y no se llenará de un silencio total. Lo que obviamente tenía ganas de hacer. No quería hablar con nadie—. ¿Dylan, me has oído?
Dios. Olvidaba lo molesto que era Mauricio.
—Después, Mauricio. Ahora no quiero hablar de nada que tenga que ver con el colegio.
—Así de mal, ¿eh? —contestó mi hermano y lo escuché abrir una cerveza.
Cerré mis ojos, no queriendo conversar con él, ni mucho menos recordar lo que había pasado en el colegio. Pero era imposible, las imágenes se reproducían en mi cabeza para torturarme una y otra vez desde que había tocado a mi alumna de maneras que un profesor no debía de hacer. «Solo había pasado veinticuatro horas de lo sucedido, y ni siquiera sentía remordimiento ni culpa, deberías de estar horrorizado por mis actos despreciables y no extasiado de que ella siguiera deseándome» Era todavía peor que ni en mis pensamientos pudiera ser alguien racional. ¿Pero podía hacerlo cuando se trataba de Michí Murphy? Ni siquiera podía. Era una maldita tortura que siempre que la tenía a mi alcance con lo único que podía pensar era con mi pene, ella tenía ese poder sobre mí. «Debo de follar»
Tenía que hacer algo para que pudiera dejar de pensar en mi pequeña sirena pelirroja. Lo más frustrante es que ni siquiera dudaba que lo fuera. Esa chica tenía una forma de envolverme con su voz y esa mirada verdosa totalmente pecaminosa. La satisfacción que sentí cuando se había corrido en mis dedos estaba mal en varios niveles. Intenté reprimir ese lado primitivo, pero era difícil, Michí Murphy tenía una forma de reducirme a un imbécil sin cerebro y con ganas de follar todo el tiempo.
Lo que era inaudito.
Siempre había pensado que Mauricio era el idiota que no podía dejar su bragueta cerrada por unas cuantas horas, incluso se había metido en problemas por eso, y aun sí, él no era quien estaba metido hasta el cuello de problemas. Y no podía culpar a nadie más que a mí mismo. Pero es que había sido imposible no intervenir cuando observé a Yell colocándole las manos encima a Michí. Ella no era mía para sentirme posesivo, y, sin embargo, había actuado como un novio celoso.
Era una completa locura.
No tenía ninguna excusa para lo que había hecho, y, sin embargo, sabía que iba a hacerlo de nuevo. No sabía cuándo, pero dentro de mí estaba seguro que iba a caer de nuevo a la tentación. «Eso claro, si ella hace caso a su propia advertencia de mantenerme alejado». La sola idea de no volver a repetir lo que había pasado el día anterior, me aterraba demasiado. «Quería volver a tocarla. Ansiaba por hacerlo»
No estaba en mi naturaleza dar un paso atrás, lo había hecho una vez y eso por qué me había dado cuenta de que ella no correspondía mis sentimientos, pero con Michí, ese deseo ardiente era correspondido. A ella también le dolía por todas partes cuando no la tocaba. Su necesidad era palpable.
Ella pensaba que no había sido consiente de ella en estas semanas que había intentado ser buena persona. La risa cínica casi brotó de mi pecho. Era imposible que fuera alguien así y menos cuando había visualizado muchas veces a esa chica atragantándose con mi pene. No era alguien pequeño ni siquiera algo de tamaño promedio, era grande y ancho. Sabía que Michí iba a costarle acostumbrarse a mi circunferencia, pero tenía fe en que lo tomará todo de mí. Quería penetrar ese coño tan dulce de una manera tan fuerte que pudiera sentirme por semanas...
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Enséñame Pecando.(+18)[Serie Atracción] Libro 3
Ficção Adolescente*TERCER libro de serie ATRACCIÓN* Michí piensa que es una frustración ser virgen. Pero aunque deseo quitársela de una vez por todas, ella no puede. ¿Por qué? Éso es muy fácil. Ella no siente atracción por cualquier chico, es más no puede sentir líbi...