SungKyu sonreía como cada día, al abrir la puerta a su esposo, tomaba su chaqueta y tronaba un beso en sus labios, MyungSoo le devolvía la sonrisa y hablaba de su día, SungKyu escuchaba atentamente y comentaba pocas cosas. Era tan monótono y pesado, pero tan natural para ellos. Tanto como podía serlo un matrimonio arreglado. Aun si MyungSoo y SunKyu eran buenos amigos, casarse jamás había estado en sus planes, pero sus familias no pensaban lo mismo.
Desde que nacieron prácticamente su historia estaba marcada, era sabido por más de una persona que la familia de SungKyu era casi adicta al dinero, y no escatimarían esfuerzos ni oportunidades si podían conseguir más de aquel papel verde. Aun si eso implicaba que la felicidad de otros se fuera a la basura.
SungKyu nunca se negó a eso, la avaricia de su familia era molesta, no podía negarlo, escuchar frases como "El dinero mueve todo, incluso la sonrisa en tus labios" era bastante osco y vacío. Tan frívolo e imposible de remover, el corazón de su padre era tan solo un hueco que se rellenaba con dinero y poder. Y unirse a los otros Kim pareció la idea más genial en el mundo.
La razón por la que SungKyu nunca rechistó sobre su matrimonio fue WooHyun. El molesto medio hermano que había llegado a opacar sus acciones. El mayor siempre había luchado por hacer acciones que a su padre le parecieran correctas, por brillar ante los ojos del Kim mayor, pero parecía tan difícil. Pero Nam llegó como si nada, ganándose la aprobación de la familia, logrando que un escozor creciera en su pecho, y que su sangre hirviera de envidia. Odiaba a WooHyun y sólo tenía un propósito, hundirlo, deshacerse de él y quedarse con todo lo que en un principio creía que merecía.
Si tan sólo hubiera recordado eso en la tarde mientras gemía bajo el cuerpo del menor, y este se hundía con fuerza en su interior, logrando que lágrimas de placer brotaran de sus ojos. A pesar de todo eso...Aún lo odiaba.
MyungSoo, tomó la taza que le ofreció SungKyu, un poco de café parecía calmar sus revueltos pensamientos, todos dirigidos hacia su nuevo asistente. Un chico menor a él por un par de años, con ojos grandes como avellanas y piel tan blanca que deseaba marcar por completo.
SungJong, era tan puro e inocente, que deseaba manchar todo en él, deseaba arrebatarle esas ideas sobre un mundo mejor, y mostrarle el mundo real. El mundo que MyungSoo conocía donde pecar parecía ser la manera de sobrevivir.
Y sobre todo deseaba tenerle bajo su cuerpo rogando por más, o arrodillado entre sus piernas, con sus labios rojos e hinchados.
¿Estaba jugando con SungJong? Lo hacía, pero vaya que era un juego muy difícil, SungJong era como un reto que MyungSoo había aceptado, con el único propósito de satisfacer su lujuria. Y de probarle al mundo que nadie podía rechazar a Kim MyungSoo.
Si supiera que aquel juego podía resultar mucho más peligroso para él.
SungKyu y MyungSoo, se miraron un momento y compartieron una sonrisa más, cada uno parecía saber lo que el otro pensaba, pero parecía no importar. A fin de cuentas, ambos vivían en su infierno personal, del que no podían escapar.
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Tarde como siempre, pero no quise dejarlo muerto¿? porque tenía la mitad, lol. ♥