Con ojos pequeños, piel lisa, cuerpo alargado, cuatro extremidades y branquias que sobresalen de su cabeza, los ajolotes o monstruos de agua, son anfibios endémicos que forman parte del pasado y el presente de la cuenca del Valle de México.
En la época del Imperio Azteca el ajolote fue una especie conocida y utilizada como alimento, medicamento y objeto de ceremonias rituales por ser considerado la reencarnación del Dios Axólotl, hermano mellizo de Quetzalcóatl.
Generalmente los ajolotes son de color café o pardo oscuro, aunque en cautiverio existen variaciones claras y albinas como el llamado ajolote rosado o dorado; en la actualidad se distribuyen en los lagos de Xochimilco, Tláhuac y Chalco.
Desgraciadamente, una gran parte del hábitat original del ajolote ha sido destruida, y ahora está en riesgo crítico.