Capítulo 9:

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Capítulo 9:

 

 

 

-Tú te pones extraño a veces- se burló ceñuda riendo -De verdad, me asustas con tanta...- se quedó pensando.

-¿Ternura?- pregunté algo avergonzado, riendo para ocultarlo.

-No iba a decir eso, pero sí- murmuró y se veía algo extraña. No pensaba seguir por ese lado, era peligroso. Me imaginé de repente una situación de incómodas confesiones, y enseguida saqué mi móvil.

-Pondré algo de mi música ahora- le advertí -Se parece a la tuya... Pero más under- le di un guiño, sabiendo que me miraba de reojo y sonrió.

-¿Sabes? Mi madre vino a la ciudad...- comentó mientras oíamos mis canciones favoritas de The Weekend.

-¿Si? ¿Ya la has visto?- pregunté algo distraído.

-Sí, está quedándose en casa de mis tíos. Pero no me gusta ir mucho allí- hizo una mueca incómoda... ¿Debía preguntar por qué? Me mataba la curiosidad.

-¿Los padres de tu... Primo?- mencioné recordando aquel amor furtivo que ella me había confiado.

-Sí, él no está allí. Pero no me llevo bien con mi prima de todos modos- se rascó la cabeza y aminoró la velocidad. Ibamos en una carretera que estaba flanqueada por árboles de ambos lados, pero queríamos alejarnos un poco más.

-Ya veo- murmuré. -¿Quieres que maneje yo?- le ofrecí, pensando que podría estar cansada.

-No- sonrió -Prefiero que lo hagas mañana por la mañana. No confío en mi cuando recién me despierto- me echó una rápida ojeada y yo le sonreí.

-Bien- musité -¿Cargaste la suficiente gasolina?- ya sabía la respuesta, pero igual pregunté. Tal vez sólo por el hecho de conversar de algo, y no quedarme cantando solo.

-Sí, llené el tanque- y fue lo último que dijo hasta que llegamos.

Oímos fuerte mi música, y cantamos las canciones que ambos conocíamos. Cuando llegamos al lugar, alejado y cerca de un lago, a mi móvil se le había agotado la batería. No me molesté y simplemente lo escondí en la guantera de su coche. No necesitaba mi móvil allí, y tampoco tendría señal.

Lo primero que hicimos fue armar la carpa. Nos costó bastante. Lux me golpeó accidentalmente la cabeza con uno de los palos internos, y yo acabé enredado entre la lona, hasta que por fin lo logramos.

-Lo recordaba mucho más fácil cuando lo hacíamos con mi padre- dije al finalizar, rascándome la cabeza donde me había golpeado. Ella se había ruborizado en ése instante, y me había pedido disculpas unas mil veces.

-Tal vez porque él sabía lo que hacía- se burló mientras sacaba uno de los acolchados del baúl, y se arrodillaba en la puerta de la tienda de campaña.

Comenzó estirándose dentro, acomodando el grueso acolchado, lleno de plumas, como base sobre el suelo allí dentro. Luego abrió la bolsa de dormir, y la estiró y armó allí dentro. Dejó dentro el otro acolchado, que era pesado, como de polar. Perfecto para abrigarnos.

-¡Mierda!- mascullé mientras la miraba haciendo aquello.

-¿Qué anda mal?- preguntó sacudiéndose las rodillas desnudas, con algunas hojas secas pegadas allí y poniéndose de pie.

-No trajimos almohadas- murmuré con el ceño fruncido al máximo, mirando fijo la carpa y con los brazos en jarra. Ella rió.

-No hacen falta- me dió un leve golpecito en el brazo con la mano hecha un puño. -Podemos usar algunas prendas de ropa, doblarlas y ya. No es para tanto- dijo y se alejó hacia el coche otra vez.

La luz de mi oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora