Capítulo 23

1.2K 98 13
                                    

[Narra Sucrette]

Ahora mismo estoy en mi cuarto, es de noche y mi respiración está entrecortada. Solo podía pensar en Castiel. Porque mañana, se iria a Irlanda...

Espera un momento, ¡mañana venia Armin también! Lo había olvidado por completo...

Enciendo el ordenador, hacía mucho tiempo que había dejado la electrónica de lado. Hasta mi móvil. Seguro que está muy preocupado por mí...

Por un segundo dejo de pensar en Castiel, para centrarme en Armin. Inicio sesión, y abro chat. Tengo muchos mensajes suyos.

Armin vía chat:

¿Dónde te has metido?

Estoy muy preocupado por ti.

Por favor, conectate. Te echo de menos...

Ya falta menos para verte, necesito hablar contigo.

Te quiero.

Sucrette vía chat:

Perdona, he estado muy liada.

¿Qué es lo que querías decirme?

Armin vía chat:

¿Sucrette?

¡Sucrette!

¡¡Al fin!!

Sucrette vía chat:

Hola, jajaja.

Armin vía chat:

No vuelvas a hacerme esto, por favor...

Sucrette vía chat:

Perdona, tuve que estudiar mucho.

Armin vía chat:

Pues... lo que queria decirte es algo que llevo queriendo hacer durante mucho tiempo. Y, creo que ha llegado el momento ya que mañana al fin vamos a vernos.

Trago saliva. ¿Qué es lo que quiere decirme?

Sucrette vía chat:

Bien, pues... dispara.

Armin vía chat:

No es fácil...

Sucrette vía chat:

Inténtalo.

Armin vía chat:

Quiero decirte que... no puedo más, Sucrette.

Sucrette vía chat:

¿A qué te refieres?

Armin vía chat:

A que necesito tenerte a mi lado. Y saber de una vez por todas como huele tu pelo, probar tus labios, abrazarte día y noche. Quiero ir más allá de lo que nadie ha podido llegar.

Me quedo atónita. No sé muy bien qué hacer... ¿Desde cuándo él siente algo por mí? Antes tenía muy claro que le quería. Después no, ya que tenía dudas. Hace un momento tenía claro que quien me gustaba de verdad era Castiel. Y sin embargo, ahora vuelvo a tener dudas...

Oigo entonces un golpe que me saca de mis pensamientos de golpe. ¿Sería mi tía Agatha?

Lo dejo pasar, pero entonces lo vuelvo a escuchar.

Y decido salir de mi cuarto para saber qué es lo que está pasando allí fuera.

A medida que voy caminando descalza, noto en mis pies una especie de arena. Pero mi tía ha barrido hace nada... Me siento en el suelo y toco mi piel. Llevo a mi nariz lo que se me ha pegado en el dedo después de acariciar mi pie.

Huele a... ¡Chocolate!

Sucrette: ¿Agatha?

Voz desconocida: ¡Su... Sucrette! ¿Dónde estás? No veo nada... ayúdame.

¿Quién se había metido a mi casa a estas horas? Dios... ¿Y si es un asesino? ¿Y un violador? Pero sabe mi nombre...

Sucrette: ¿Qu... quién eres?

Voz desconocida: Soy Ken, ¿no me reconoces?

¡Ken! Ostras, dijo que iba a escaparse... Este chico está como una cabra, ¿ha venido desde tan lejos para verme? Y de nuevo otro ruido, parece que se ha caído.

Enciendo la luz.

Ken: Se me han caído las gafas, no veo nada...

Ahora lo entiendo, se le habían caído las gafas por las escaleras, mientras subía a mi habitación. Pero como no veía nada, se iba dando porrazos. Sonreí tímidamente, pobrecillo...

Me agacho y le coloco las gafas.

Sucrette: ¿Mejor?

Ken me mira de arriba a abajo, embobado. Y eso hace que me ponga roja.

Agatha: ¿Sucrette? ¿Qué estas haciendo?

La voz sonaba de su cuarto. Oh, no. Tengo que esconder a Ken como sea.

Sucrette, en susurro: Escondete en mi armario. Corre.

Le doy un empujoncito en la espalda para que se apresure. Qué dulce...

Sucrette: Bajaba a por agua, tía.

Agatha: Ah, vale. Pero apaga la luz anda. Y vete a dormir pronto que mañana tienes clase.

Sucrette: Sí...

Bajé a la cocina y simulé que bebía agua. Después subí corriendo para que Ken me diera explicaciones.

Sucrette, en susurro: Ya puedes salir.

Ken abrió tímidamente las puertas del armario, y salió de el. Yo me reí al ver su pelo despeinado.

Sucrette, en susurro: Anda, ven aquí...

Ken se acerca, y yo le retoco con las manos su pelo. Intentando arreglarlo. Pero el me dio un abrazo antes de acabar.

Ken: Te echaba mucho de menos...

Sucrette: Oh, Ken. No tenías porqué haber venido hasta aquí.

Ken: No tenía porqué, pero lo he hecho. Porque te necesito, Sucrette. Te necesito, y ya sé que no soy tu tipo. Que mi forma de andar parece la de un pingüino, que mis gafitas son ridículas, que mi ropa es demasiado colorida, y que soy muy infantil...

De repente escucho su llanto, y mi pijama comienza a empaparse de sus lágrimas.

Ken: ...pero no quiero separarme de ti. Eres lo que siempre soñé, eres la única que me acepta tal y como soy. Y que a pesar de todo, nunca me has dado de lado. Me defendiste cuando se reian de mí, en el colegio. Y lo siento. Siento no saber defenderme yo solo, siento ser un devorador de galletas compulsivo, siento no ser lo que tu quieres. Porque daría lo que fuera por ti, te amo...

Le aparto un segundo y miro fijamente sus ojos inundados, inflamados y rojos.

Sucrette: No vuelvas a decir eso nunca más, ¿me oyes? Me encantas como eres. Adoro tus andares de pingüinito, y tus gafas son perfectas. Tu ropa está bien, y yo también soy muy infantil. Jamás te subestimes, jamás. Ahora no puedo estar contigo, pero...

Ken: ¿Pero? Siempre me pones una excusa, Sucrette. Siempre hay un pero. ¡Dime ya de una vez que no vas a salir conmigo nunca! ¡Dilo!

Suspiro, ahora soy yo la que llora. Supongo que ha salido a la luz la chica que se sentía atraída por el chico que tengo delante de mí.

Ken: ¡Venga, dilo! ¿A qué esperas?

Sucrette: No me hagas esto...

Nos miramos, durante un instante. Y no hicieron falta palabras, yo me acerqué. Y el se acercó.

Ken estaba a pocos centímetros de mí, y la verdad es que me odié en ese momento por desearle.

Ken: Si alguna vez me has querido, besame. No pienses, solo hazlo.

Sus palabras fueron como órdenes para mí. No me hizo falta que lo repitiera para besar sus labios. Y creo que fue ese beso, el que detuvo mi tiempo durante unos instantes. Tal y como dijo, dejé de pensar y de existir. Solamente nos besamos, y eso era suficiente.

Corazón de Melón: A tu lado, por siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora