Quince

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Eran las 16:45 p.m.

Después de salir del estudio de danzas. Samuel me invitó a la plaza, pasamos cerca del pasto, y esté se sentó en uno de los bancos que estaban allí.

—Mira... Las que te gustan.—Dijo él sacando de su mochila una bolsa de galletas de chocolates.

Al verlas sonreí un poco apenada y le dije:

—¡Como te acordás te! Son mis favoritas.

Mientras los dos comimos de las galletas que estaban en la bolsa. Le dije a Samuel sintiéndome mal:

—Perdoname Samuel.

Esté me miró de manera rara y me preguntó:

—¿Perdón por qué?

—Por haberte pedido que me llevarás al estudio de danzas... Fue una pérdida de tiempo haber ido.—Respondí poniéndome sería.

Samuel dijo mirando la galleta que tenía en su mano:

—Bueno tranquila. No pienses en eso, podemos averiguar otras escuelas, esa no es la única.

Pero no le respondí, en realidad no le preste atención lo que le dije a Samuel, estaba pensando en lo que me dijo Manuela, en lo que me dijo Laura. Sé que tenía que olvidarme lo que me dijeron, pero no podía, ¿Y si tenían razón?

—¿Cielo qué pasó?—Preguntó esté preocupado.

Respondí con la mente en blanco:

—No se que más puedo hacer.

—¿De qué hablas?—Preguntó otra vez sin entender.

Le dije mirando uno de los árboles que estaba frente a mí, como las hojas caían sin parar:

—Nadie me quiere, me dicen que no podré hacer nada y que soy débil.

—¿Cielo quién te dijo eso?—Preguntó Samuel.

Le dije mientras caía una lagrima de mi ojo derecho:

—Todos... mis amigas, Laura, mis compañeros de escuela...

—¡Pues no los escuches! No saben lo que dicen, ellos no saben por lo que pasaste y lo que estás pasando ahora.—Dijo Samuel molesto interrumpiendo me.

Le dije sería y agachando la cabeza:

—¡No es fácil! No es fácil ignorar lo que te dicen, o lo que hacen.

—Se que no lo es, nada lo es... pero tienes otra opción... ignorarlos y no los escuches.—Dijo Samuel poniendo su mano sobre mi hombro izquierdo.

Le pregunté mirándolo a los ojos:

—¿Tú que crees que debería hacer?

—Debes olvida todo lo malo que te digan, ignóralos... tú eres más fuerte que ellos.—Me respondió esté.

Pero le dije tapándome la cara con mis manos:

—No lo creo, no soy fuerte por...

—No digas eso. Tú eres fuerte y valiente, porque a pesar de lo que te paso, quieres salir adelante.—Dijo Samuel poniéndose frente a mí y poniendo sus manos en mi rostro.

Las palabras de Samuel me hacían sentir más tranquila y segura. Siempre estaba mi mejor amigo para mí.

—¿Volvemos a casa?—Preguntó esté sonriendo y sin quitar sus manos de mi rostro.

Le respondí moviendo la cabeza hacía arriba y hacía atrás.
Entonces Samuel se puso de pie, se dirigió hacía atrás de la silla de ruedas y volvimos a casa.

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Eran las 22:30 p.m.

Ya estaba en casa, estaba muy cansada, tanto que me acosté sobre mi cama, pero antes de recostarme sobre mi suave almohada, tomé mi celular para ver si no había recibido algún mensaje. Al encenderlo recibí hace dos horas un mensaje. Era de Gonzalo, lo abrí y el mensaje decía:

"Cielo, ¿Es verdad? ¿Sobre el accidente que tuviste? No entiendo... ¿Por qué no me dijiste nada?"

No lo podía creer. Pero ¿Cómo se enteró lo del accidente?

Nerviosa y desesperada por la situación, lo llamé por mi celular.

—Por favor contesta.—Dije molesta y con el corazón latiendo fuertemente en mi pecho.

La primera llamada me rechazo, entonces volví a intentar. Dije mientras lo tenía al celular calzado sobre mi oreja:

—Gonzalo por favor responde.

Pero lo rechazó otra vez, aunque seguí intentando.

—¿Hola?—Preguntó Gonzalo.

Le dije nerviosa:

—Gonzalo hola, escúchame por favor. Lo que pasó sobre el accidente yo... no quería mentirte pero...

Cielo ¿Como pudiste? ¿Por qué no me dijiste?—Preguntó interrumpiendo me.

Respondí llorando profundamente:

—Quería decírtelo pero tenía miedo que no lo entendieras.

—¿Entender? Cielo eres lo que más quiero, me rompiste el corazón con esto, yo te hubiera entendido sin dudarlo, te habría apoyado en todo esto.—Dijo esté por el tono de la voz triste.

Le dije secándome las lágrimas:

—Por favor perdóname, perdóname...

No puedo, en verdad no puedo... pensé que me conocías, que serías sincera conmigo, pero veo que no.—Dijo Gonzalo con la voz grave.

Pero le dije:

—Por favor Gonzalo no me hagas esto... yo te quiero te quiero mucho pero no me hagas esto...

Perdoname Cielo, yo también te quiero mucho pero no puedo, no puedo creer que no me dijeras eso.—Dijo interrumpiéndome.

Le dije con la vos grave y con los ojos llenos de lágrimas:

—Por favor hablemos, no me dejes ahora más que nunca te necesito.

Perdóname Cielo, perdóname... No te estoy dejando por lo que te paso, pero necesito que nos tomemos un tiempo.—Al terminar de decir esto cortó la llamada.

Estaba tan triste, tan destruída que arrojé mi celular sobre el piso logrando que se rompiera, caí sobre la cama y lloré profundamente.

No podía creer lo que pasó. Mi corazón no dejaba de latir, y mis lágrimas no se aguantaron más para salir de mis ojos.

Cielo, Aprendiendo A Volar #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora