El significado de (mis) letras

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Me he perdido, pero también me he encontrado. Escogí caminos, que ningún cuerdo habría elegido. Pero también aprendí. Aprendí a ser fuerte, a resistir los golpes y a levantarme cuando todo me pese. Sin embargo, nunca creí en nada. Cuando estaba perdida, no gritaba ningún nombre, no miraba al cielo, ni tampoco a mis pies. Tampoco agradecía cuando, de puntillas, conseguía ver el Sol.

Durante toda mi vida he caminado, sin parar, sin descanso, a prisa, huyendo. No hay nada, es un suelo árido y rocoso. Con un paisaje desértico, y con suerte, cada dos infinitos, encuentro un oasis. Pero quemo, así que no me detengo, no quiero destruir ese pequeño paraíso repleto de vegetación, de vida.

Pero llega un momento, en donde te cansas. Las piernas te duelen, te falta el aliento, tienes sed, estás repleto de heridas de tanto tropezar y caer. Tienes la voz rota de tanto gritar en vano. Pero tienes que seguir, si no quieres que te atrapen. ¿Quiénes? Te preguntarás. Los demonios. Siempre están contigo, nunca se van. Y yo, he estado tan cansada, tan rota, tan muda, tan impotente, que sólo he sido capaz de huir.

Porque después de pasar toda una eternidad gritando al vacío y rompiendo espejos, mi voz es apenas un susurro, y mis brazos retazos de cristales. Tras demasiados insomnios, me sé todas las estrellas del firmamento. Y como una obra de teatro, me he mantenido entre bambalinas, mirando como la vida hacía y deshacía al protagonista. Sin embargo, después de tantos golpes, no me sorprendió cuando me golpeé fuertemente con el suelo del escenario. Y es que, sin quererlo, ahora estoy en medio de una obra de teatro, en donde todos se saben su papel, menos yo.

A pesar de que no sé de fingir o improvisar, puedo escribir. Y eso es lo que hago. Cuando esta obra empieza a carecer de sentido, cuando los actores se burlan o el director me desplaza, no me queda más remedio que escribir. Porque es mi única forma de gritar. Y es que si la gente, de verdad comprendiera el sentido de su obra, está cambiaría el final radicalmente.

Porque después de tantos golpes, de tantas heridas, he aprendido a coserme con letras. Ahora sólo quedan cicatrices en forma de tatuajes, y gritos escritos en mayúscula.

Tal vez no crea en algo propiamente dicho. Ya que algunos creen en Dios, otros en el destino, o, en los golpes de suerte.

Y, sin embargo, luego estoy yo, que he convertido las letras en mi propio templo, en donde el destino, no es más que un diálogo ya escrito, y los únicos golpes que conozco son los que me doy contra el suelo.

A lo mejor será que soy adolescente, y como buena alumna de esta materia no impartida, estoy buscando ser yo misma. Pero el problema es que es un examen constante, y al parecer, no paro de suspender.

Letras en toplessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora