Muchas veces, cuando nos dicen que hables de la fe y cómo es nuestra vida con ella, automáticamente tendemos a pensar en la religión y, por consiguiente, en Dios. Pero si vamos un poco más allá, nos daremos cuenta de que para creer en Dios necesitamos la fe, pero no hace falta creer en Dios para tener fe. Me explico; la palabra fe deriva del término latino fides, que significa aquello en lo que cree una persona o comunidad.
Tras tantos años alzando la mirada, rogando algo con la esperanza de que Dios me lo conceda, después de tantas noches cuestionándome su existencia y todo lo que eso conlleva, me ha dado que pensar. El problema está en que nunca he sido de las que ruegan, me rehuso a creer que alguien es capaz de decidir mi camino. Cuando me percaté de que era absurdo rogar a un dios en el que no creo, algo muy dentro de mi se resquebrajó. Porque, ¿si no tenía fe en Dios, en quién o en qué creía? ¿Tan absurda era mi concepción del mundo? Todo ser humano necesita creer en algo necesita tener fe, en ese caso ¿era yo especial?
Pasé mucho tiempo perdida, no sabía quien era, ni a donde iba, simplemente me limitaba a dar tumbos por la vida, evitando a la gente, no fuera a ser que los demás me encontrasen antes que yo. Pasaba las noches apartando fragmentos de espejos, y esquivando miradas. Aprovechaba los rayos de luz para desahogarme con tinta e intentar borrar mis huellas.
Pero después de caminar tanto tiempo sin rumbo y rogando al vacío una dirección, me di cuenta de que la única persona capaz de saber a dónde ir, soy yo. Porque soy la única que sabe mi historia, y sí, puedo llegar a ser mi peor enemiga, pero también mi mayor aliada. Dejé de buscar respuestas en el cielo, empecé a recoger los fragmentos de espejos para ver quien soy realmente, marqué mi camino y me fijé en mis huellas para nuca más volver sobre ellas.
Por eso, si alguien me pregunta sobre mi fe, puedo afirmar que tengo fe en mí, soy creyente de mi misma y practicante de mis ideales. Pero ¡ojo! Como todo creyente, puedo llegar a dudar de mí misma, empero, si no me he abandonado tras diecisiete años de caída libre, dudo que lo haga ahora. No obstante, mi fe no ha sido un camino de rosas, me ha costado varios escritos y miles de insomnios, pues como el salmón, he tenido que nadar a contracorriente de una sociedad que nos obliga a cambiar. Por eso, puedo declarare creyente de mí misma, además de que mi fe no para de crecer, pues. ¿si yo no creo verdaderamente en mí, quién lo hará?
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Letras en topless
PoetryEl arte de "escrivivir" no es una materia que se aprende para vivir, sino para sobrevivir. Porque todo buen escritor@ que se precie está un poco quebrado. Las letras se cuelan por esas grietas. Y, es que hay tanto que decir, pero tan pocos para escu...