En un callejón oscuro

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Jun había pasado un buen rato con sus amigos, mentiría si dijera que no iba un poco achispado. Era tarde, debería haber vuelto a casa más temprano, pero Soonyoung insistió demasiado en que alargara su estancia un poco más.

Un rato se había convertido en dos largas horas de bebidas y risas. Ahora mismo no se reiría demasiado de su situación: ir por las calles de Seúl a las tres de la madrugada no era muy recomendable.

Jun quería llegar a una calle más habitada, pero se perdió andando por callejones interminables y no muy iluminados.

El efecto del alcohol se estaba disipando y ahora todo era más real, como la pandilla de jóvenes adultos fumando y bebiendo a unos metros de él. Se maldijo a sí mismo por ser tan poco precavido. Se detuvo y dio media vuelta tropezando con un cubo de basura.

-¡Eh! ¡Chaval, ven aquí! – Jun aceleró el paso - ¡Espera! – lo que pretendía ser una disimulada huída se había convertido en una persecución. Y ya no le seguía un tipo oliendo a porros, sino cinco.

Su aliento a alcohol apestaba, Jun lo supo en cuanto lo empujaron contra la pared y un hombre le gritó en la cara. Asqueroso se quedaba corto para describir a aquel sujeto.

-¿Por qué no te has parado? Tíos, mirad que cara tiene, – un chico de unos veinticinco años con el labio perforado le dedicó una torcida sonrisa mientras señalaban a Jun entre risas. Le sujetaban del cuello de su camisa blanca medio desabrochada mientras retenían sus brazos por encima de su cabeza – parece una chica.

-Oye, ¿qué llevas encima? – preguntó otro que portaba una gorra negra que le cubría el rostro. El pelinegro agradeció su suerte. Había olvidado su móvil y su cartera en la casa de Soonyoung.

Rebuscaron entre sus bolsillos y no hallaron nada más que un pañuelo usado.

-¿No llevas nada? – Jun negó y los demás resoplaron. Se quedaron quietos sin saber qué hacer.

-Hace tiempo que no veía un rostro bonito. – al fin habló el chico de la gorra. Levantó la barbilla de Jun, quien maldecía nuevamente a todo lo que se movía en aquel instante - ¿Queréis que nos divirtamos? – les preguntó a sus compañeros.

Tardaron en responder, pero tras observar a al chico de nacionalidad china, respondieron con vítores y risas. Un sudor frío caía por la nuca del asustado chico que temía que sacaran navajas u otro tipo de armas.

El de la gorra negra bajó su mano hacia el pecho de Jun, que gritaba por ayuda. Fue callado por una sudorosa mano sobre su boca. Otro chico más mayor se acercó y manoseó el trasero del pelinegro, que se hallaba al borde la desesperación. El chico del piercing reía mientras le sujetaba los brazos.

Aquello no podía estar pasando.

Los otros dos simplemente se largaron de allí. No sabía si estar agradecido por ello, pues aún quedaban tres hombres borrachos delante de él con un hedor a sustancias estupefacientes, pero dos menos en aquella situación era un punto a su favor.

-¿Cómo te llamas? – preguntó el que le apresaba los brazos. No hubo respuesta por parte del interrogado.

Le dieron la vuelta chocando su rostro contra la pared.

-¡Ayuda! ¡Ayuda! – gritó forcejeando para poder escapar o liberar alguna parte de su cuerpo para golpear a alguno.

-Estate quieto, chaval. – le hicieron caer de rodillas contra el suelo. Jun siguió gritando, no quería morir allí. Se revolvió intentando zafarse de su agarre. La respuesta fueron varias patadas en el costado que le hicieron doblarse de dolor.

Comenzaron a tocar su trasero, intentando desabrochar su pantalón. Se revolvió pegando una patada al que estaba más cerca de él. Como agradecimiento, Jun fue golpeado en la mandíbula, dejándolo un poco aturdido. Sintió un sabor metálico en la boca. 

Bajaron la prenda de color negra y Jun volvió a gritar. No quería que sucediera, no podía estar pasando... eso no podía pasarle a él.

Sintió el tacto de unas caderas detrás de él y una mano que se deslizaba a su entrepierna. Las lágrimas comenzaron a caer.

Un grito resonó por todo el callejón y no procedía del chico que lloraba. Los cuatro dirigieron la mirada hacia la derecha. El cuello del chico más alto estaba apresado por una cadena. Una silueta detrás de él apretó con más fuerza su agarre.

¿Acaso lo estaban ahorcando con un nunchaku?

-Dejad al chico o lo mato. – una voz no muy grave les sorprendió. Nadie se movió. - ¡Vamos! – su presa gruñó intentando liberarse, no podía respirar.

Los otros dos se miraron y lentamente soltaron a Jun que se limpió la sangre que salia de sus labios subiéndose los pantalones. Se secó las lágrimas que cesaron ante tal escena que dejó a todos estupefactos.

-Ahora largaos y le suelto.

-Ey, tío, tranquilito... - el rehén de la sombra respondió por él. Sus gemidos por falta de aire dieron a entender que dejaran de jugar con él y se marcharan.

El del labio perforado titubeó, pero al ver al chico de la gorra negra salir corriendo y a su colega con la cara roja decidió irse de allí. La silueta soltó al hombre que, acto seguido, comenzó a toser. Le golpeó con su arma en la espalda.

-Atreveos a hacerle algo así a alguien más y no vivís para contarlo, gilipollas. – dijo una voz joven.

A los pocos segundos solo quedaban Jun y aquella persona con un instrumento mortal entre las manos.

-G-gracias... - el pelinegro estaba sin palabras. El otro se acercó haciendo que Jun retrocediera un poco por la impresión que le daba su brillante cacharro mortífero.

-No vengas por aquí, es peligroso. – al acercarse pudo ver a un muchacho con una expresión seria, sin embargo apenas podía apreciar sus ojos. Su voz era dulce y bonita, todo lo contrario a lo que aparentaba llevando aquella cosa por la calle.

Ayudó a levantar del sucio pavimento al pobre Jun, que era más alto que él.

-¿Por... qué me has ayudado... cómo... con... eso? – señaló la mano del contrario.

-Ah, es que pasaba por aquí y oí gritos. Y yendo por aquí es normal llevar algo como esto. – El acento del chico era un tanto diferente. Este levantó el nunchaku a lo que Jun retrocedió asustado.

-¿Eres de aquí? – el más bajo se sorprendió y negó con la cabeza.

-No, pero eso no importa. – miró hacia atrás donde el callejón desembocaba en una carretera transitada - Vengo por aquí para... ir a casa. – no parecía muy convencido, pero asintió - Ahora me voy. – se dio la vuelta dispuesto a marcharse sin más.

-¡Espera! – Jun quería agradecerle de alguna manera el hecho de que lo había salvado de ser violado – Quiero agradecerte...

-No hace falta, adiós. – el chico misterioso desapareció entre la oscuridad. Al verse completamente solo, Jun también huyó corriendo despavorido de aquel callejón oscuro.









Viva la China line y Seventeen (ノ◕ヮ◕)ノ*:・゚✧



lifeguard ➳ junhaoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora