En un suelo manchado de sangre

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Jun temblaba ante el tacto de aquel desconocido que amenazaba con acabar con su vida allí mismo. Mientras, Minghao no entendía por qué aquel corpulento hombre se acercaba tanto a su amigo.

-No digas nada – dijo en un susurro – Dadme todo lo que tengáis. – el castaño se dio cuenta de que algo estaba mal, no tras las palabras del hombre con oscuras gafas de sol, sino tras el pálido rostro de Jun que miraba hacia abajo. El menor siguió su mirada y se encontró con una pistola que pasaba desapercibida pegada al cuerpo de su amigo. Al instante sintió un sudor frío por todo su cuerpo.

-Venga. – insistió el desconocido. Minghao miró a las dos chicas que había a su lado, pero ninguna de ellas se percataba de lo que sucedía. Giró su vista hacia el hombre con la frente repleta de gotas de sudor y cara de pocos amigos. La blancura de la piel de Jun no parecía muy sana.

Sacó su cartera lentamente tendiéndosela al hombre que rápidamente estiro el brazo para arrebatársela.

De pronto Minghao tiró del brazo del que portaba las gafas de sol haciendo que cayera encima de él, dejando libre a Jun, aunque con el arma aún en su mano. Minghao empujó al pelinegro lejos y comenzó un tira y afloja por el arma del hombre que se alzaba en su mano a la vista de todos. Los presentes gritaron sobresaltados por la escena que se estaba montando en el vagón.

Se escuchó un disparo. Cayeron chispas del techo del vagón. Minghao seguía luchando por el arma que podría acabar cerca de su cabeza si se descuidaba. Gritó con todas sus fuerzas intentando asustar al hombre que después del inesperado ataque tiraba del mortífero objeto como si le fuera la vida en ello, algo totalmente cierto.

Por el rabillo del ojo observó por segunda vez aquella expresión de asombro y turbación de Jun.

Minghao siempre había sido así, en ocasiones, su apariencia les jugaba una mala pasada a los que no lo conocían e intentaban meterse con él, como aquel hombre que parecía vencer en aquel improvisado duelo. Sin embargo, las agotadoras clases de artes marciales y defensa personal no fueron en vano.

A través de las oscuras gafas Minghao pudo ver al hombre en problemas, sin embargo se mostraba capaz bajo la atenta mirada de las veinte personas presentes que ya sabían de su pequeño juguete asesino a la vista de todos.

-¡Ayudadle! – gritó Jun - ¡el hombre quiere dispararle! – nadie parecía atreverse a cumplir las arriesgadas peticiones de Jun.

El metro frenó poco a poco desestabilizando al castaño que casi cayó al suelo, haciendo ganar terreno al armado que apuntaba su pistola a unos centímetros por encima de su cabeza. Minghao se veía a sí mismo muerto en unos segundos. Gritos desesperados se escaparon de su garganta, su oponente tenía mucha más fuerza que él.

De pronto, su contrincante cayó al suelo. Minghao no supo cómo y no pudo reaccionar. Quienes sí lo hicieron fueron los pasajeros que no tardaron en tirarse encima del hombre

Otro disparo resonó antes de que le arrancaran el arma de su puño blanco por la fuerza aplicada. Jun contempló como el líquido rojo se deslizaba por su piel.

Minghao cayó al suelo. Un golpe en la espalda le hizo verse entre angustiadas luces borrosas y gritos. Gritos que salían de su garganta, cada vez más seca y sin aire.

Lo último que vio fue sangre en el suelo del vagón.

lifeguard ➳ junhaoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora