Se le había hecho tarde otra vez. No debería haber aceptado el turno de noche, pero no le quedó otra opción, debía arreglárselas solo.Siguió el atajo de siempre, conocía de sobra aquella zona y la gente que pasaba por allí, por ello siempre llevaba algo con lo que defenderse.
Le rugían las tripas, tenía mucha hambre. Minghao pensaba en qué podría cenar a esas horas de la noche cuando, de repente, escuchó gritos muy cerca. Asomó la cabeza al doblar una esquina cercana y vislumbró, gracias a una única pobre luz de una farola, a varios tipos acorralando a un chico que brillaba en la penumbra con la camisa blanca que vestía. El color resaltaba en la penumbra.
Escuchó como el chico se quejaba, no sabía muy bien qué hacer. De pronto dos hombres que se encontraban a su alrededor se largaron del lugar en dirección contraria a la de Minghao.
Consiguió contar hasta tres personas más que rodeaban a su presa. De repente movieron al chico y comenzaron a golpearle. Minghao rebuscó en su mochila, debía darse prisa antes de que le hicieran más daño.
Se acercó corriendo y distinguió como le bajaban su prenda inferior al pobre chico. Agarró al primero que vió y le rodeó el cuello fuertemente con su nunchaku.
-Dejad al chico o lo mato. – puso la voz más grave que pudo. Se giraron sorprendidos. Nadie se movió. - ¡Vamos! – apretó más el agarre de su presa que olía a tabaco.
Los otros dos atacantes se miraron y soltaron lentamente al chico que se llevó las manos al rostro, parecía sangrar.
-Ahora. Largaos y le suelto. – intentaba sonar duro y amenazante, pero no parecían tomarle en serio.
-Ey, tío, tranquilito... - Minghao no titubeó. Apretó lo más fuerte que pudo su agarre, le estaba costando frenar a su rehén, además no quería matar a una persona por muy imbécil que fuera, como era el caso que tenía cogido por el pescuezo.
Uno de ellos titubeó, pero al ver a su compañero desaparecer a toda pastilla decidió irse de allí también. Soltó al hombre que seguidamente comenzó a toser agitadamente. No sabía si era suficiente, así que le golpeó con su arma en la espalda tirándolo al suelo.
-Atreveos a hacerle algo así a alguien más y no vivís para contarlo, gilipollas. – tenía miedo de haberle hecho daño severo, pero el tío se levantó corriendo y se marchó del lugar.
A los pocos segundos solo quedaban Minghao y el chico en el suelo con los ojos muy abiertos.
-G-gracias... - Minghao se acercó y pudo ver más de cerca al chico. Su cabello negro resaltaba con su camisa desabrochada. Se avergonzó un poco, el chico no estaba mal, pero aquel pensamiento no duró más que unos segundos. El otro retrocedió un poco asustado.
-No vengas por aquí, es peligroso. – quiso hacerse el valiente aunque por dentro estaba temblando.
Ayudó a levantar al chico que se sacudió sus oscuros pantalones.
-¿Por... qué me has ayudado... cómo... con... eso? – su voz temblaba, pero era bonita. Señaló la mano de Minghao.
-Ah, es que pasaba por aquí y oí gritos. Y yendo por aquí es normal llevar algo como esto. – levantó el nunchaku haciéndose el duro y valiente. En aquel momento se reía internamente de sí mismo queriendo aparentar de tal forma en una situación como aquella.
-¿Eres de aquí? – el castaño se sorprendió por la inesperada pregunta. Negó con la cabeza.
-No, pero eso no importa. – debía irse de allí, no le gustaba seguir en aquel lugar. Probablemente los tíos chungos llamarían a más de los suyos para pegarles una paliza. - Vengo por aquí para... ir a casa. Ahora me voy. – se dio la vuelta dispuesto a marcharse sin más.
-¡Espera! – el chico parecía nervioso – Quiero agradecerte...
-No hace falta, adiós. – lo sentía por él, pero no quería permanecer allí. Corrió hacia la carretera iluminada, unos metros delante de él, y el chico desapareció de la vista de Jun.
El castaño se llevó una sorpresa inesperada al ver al chico que había salvado hace unos días delante de él. Serían compañeros de baile y eran del mismo país. No le contaría que le había salvado, sería raro y podría denunciarle por portar un arma así por la calle, aunque le había ayudado...
Sacudió la cabeza y miró a Jun. Se encontraban muy próximos el uno del otro.
-Sí... soy yo. – se quedaron en silencio, no había nada que decir. Un enfermero les interrumpió para echar a Jun de allí, pues el menor debía descansar.
Se despidieron fríamente y el mayor puso rumbo a casa.
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lifeguard ➳ junhao
Hayran KurguSin saberlo, Minghao se convirtió en el salvavidas personal de Jun. Prohibida su copia, traducción o adaptación. #23 en Junhao - 11/05/2018