Eran las tres y cuarto de la madrugada, habían pasado dos meses desde lo ocurrido en el salón de la mansión Wayne. Bruce miraba el techo sin conciliar el sueño, no era algo extraño, llevaba así todo ese tiempo. Tampoco había vuelto a ver al Joker, ni siquiera se hablaba de él en la ciudad.
Estaba cansado, esos últimos días apenas dormía. Resignado, cogió las pastillas para dormir que Alfred le había dejado unos días atrás en la cómoda, las mismas que él se había negado a tomar cuando se las ofreció, pero esta vez sabía que las necesitaba.
Después de tomarse las pastillas, se tumbó en la cama mirando hacia algún punto en la nada mientras poco a poco se dejaba arropar por los brazos de Morfeo.
Al día siguiente, se despertó sobre las doce y cuarto de la mañana, Alfred no le había querido despertar, pues sabía que llevaba tiempo sin dormir bien.
Abrió los ojos con pesadez y inhaló despacio el aire pesado de la habitación que estaba a oscuras, tan solo se veía un fino rayo de luz que entraba por una rendija descubierta de la ventana.
Se sentó despacio pasando los dedos por su pelo levemente despeinado notándolo ligeramente grasiento, así que se levantó de la cama yendo al baño, cerró la puerta y encendió el agua caliente de la bañera.
Bruce se deshizo de la poca ropa que llevaba, metiéndose después en la bañera dejando que el agua mojase su cuerpo hasta los hombros. Apoyó la cabeza en el borde cerrando los ojos, y así se quedó unos veinte minutos hasta que se decidió enjabonar, aclarar y salir cubriéndose con el albornoz blanco y suave que estaba posado a un lado del grisáceo mármol del lavamanos.
Una vez hubo desayunado sin muchas ganas ya vestido y adecentado, miró hacia la pantalla del televisor donde en ese momento estaban emitiendo las noticias, las cuales hablaban sobre los crímenes cometidos durante la semana en Gotham. Estaba claro que esa noche el murciélago debía volver a la acción, la ciudad lo necesitaba, él lo necesitaba.
Ignoraba lo que iba a suceder esa noche...
