Cuatro

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 Desde ese día todo en mi vida cambió...

Un dolor punzante en mi cintura se hizo presente, se me hacía imposible mover mi cuerpo por lo que comencé a entrar en total desesperación, me preguntaba qué me había sucedido tratando de recapitular desde el momento en que aparecieron los tipos enmascarados en el calabozo.

El último recuerdo que pasaba por mi mente era el de mi padre tendido en el suelo, la incertidumbre seguía latente, lo que vi se sintió real, pero estaba segura de que no lo era. Poco a poco mi cuerpo comenzó a reaccionar, intenté inspeccionar de qué se trataba el dolor que me taladraba y cuando llevé mi mano a la zona afectada, los mareos se hicieron presentes y sentía que látigos azotaban el área.

Me lastimaron, claro que lo hicieron, pero no lograba entender cómo no lo noté, mi estado de adormecimiento fue tanto que no permitió que sintiera la aflicción del momento.

Se me hizo extraño porque ellos fácilmente me pudieron haber matado o haberme tenido secuestrada por más tiempo, pero solo me dejaron ir con una herida y una amenaza.

La extrañeza de la situación era inmensa y solo me recalcaba que tenía que averiguarlo todo cuanto antes.

Intenté moverme, el dolor en mi cintura lo impedía, me era preocupante que me hubiesen dejado heridas internas, más allá de las emocionales. Necesitaba salir de allí o probablemente no pasaría de esa noche, tal vez lo que estaba sintiendo era lo que sentía una persona cuando estaba apunto de morir, así de mal me encontraba.

Con esfuerzo, soltando alaridos y jadeos de dolor, logré sentarme y quedar recostada en la pared del callejón en el que me encontraba, los dedos de mis manos y mis pies hormigueaban y la temperatura en ellos era baja tal cual cubo de hielo.

Examiné a mi alrededor y unos metros más adelante de donde estaba, había una fogata pequeña y una silla desgastada, me cubría un contenedor de basura por lo que me podía ocultar de la vista de cualquiera que pasara.

Algo salió de dicho lugar, pero se me dificultaba visualizar de qué se trataba porque mi vista estaba nublada, de un lado del contenedor percibí la sombra de los pies de una persona, me quedé en completo silencio y traté de cubrirme por la inseguridad del momento, era una chica joven, en medio de la noche, en un callejón peligroso y completamente vulnerable.

Un hombre con ropas que se notaban sucias y desgastadas se asomó intentando ver dónde me encontraba, veía el lugar buscando algo y por desgracia ese algo era yo.

  ― ¿Hay alguien allí? ― preguntó el hombre―  no le haré daño.

Debo decir que ese amable hombre salvó mi vida, pero...

Él me puede ayudar, me puede ser muy útil, él debe de saber qué me hicieron, pensé. El tuvo que haber estado presente cuando me dejaron allí, lo tuvo que haber visto todo.

Me llené de valor y traté de llamar su atención.

 ―Aquí, aquí estoy, necesito ayuda por favor― dije con un hilo de voz.

Observé como el hombre se acercó en mi dirección detenidamente y cuando me encontró me estudió lentamente examinándome por completo, su vista viajaba desde mi herida hasta mi cara varias veces, cuando se dio cuenta de lo mal que estaba se sentó a mi lado.

― Por todos los santos ¿Qué le ha pasado, señorita? ― preguntó con sus cuerdas vocales temblando de preocupación.

Me sobraban ganas para decirle lo sucedido, pero era un desconocido y el estar siendo observada me obligaba a callar.

El Último Trago.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora