Nueva York, actualidad.
—¿Mamá?
James recorrió la estancia con la mirada, en busca de la mujer que desde hace años se convirtió en su madre. Vio a los guardaespaldas y aparatos, mas no les prestó atención.
—Mi tesoro. —Candice sonrió e hizo amago de levantarse; su voluminoso vientre no la dejó.
El niño, que en pocos meses cumpliría doce años, terminó de abrir la puerta y corrió hasta ella.
—¡Buenos días, mami!
La doctora recibió el beso que acompañó al saludo de su hijo y correspondió con otro sobre la frente del niño.
—¿Dormiste bien? ¿Ya desayunaste? —Preguntó al tiempo que acariciaba los cabellos desordenados del pequeño.
James, que todavía vestía su pijama con estampados de Dragon Ball, afirmó y negó con la cabeza. Candice sonrió, interpretando las respuestas a sus dos preguntas.
—Buenos días, Insecto —dijo el niño, inclinado sobre el vientre de la rubia, antes de posar un suave beso en él.
La doctora White sintió un ardor en los ojos y con disimulo se limpió las lágrimas. Estaba haciendo un esfuerzo muy grande para mantener a raya la angustiante desesperación que la ha acompañado desde el día anterior. No deseaba que James supiera lo que sucedía, así que decidió desconectarlo del mundo exterior. El pequeño no iría a la escuela hasta que Terrence estuviera de regreso.
James besó a su hermanito una vez más y se enderezó.
—¿Mamá, has visto mi tableta?
—¿Tu tableta? No me digas que volviste a perderla, James. —Candice frunció el ceño e hizo la mirada, esa que toda madre hace y te dice que estás en problemas.
—¡No! Bueno, no sé. —El niño miró al suelo, avergonzado.
En ese instante, Candice se sintió la peor de las madres. Ella le había dado instrucciones a la niñera de James para que escondiera todos los aparatos electrónicos a los que el niño tenía acceso. Incluso restringió más el control parental de las televisiones, con el afán de que no viera por error algún noticiero. Y ahí estaba ella, fingiendo que no sabía nada del asunto.
—Pídele a Lois que te ayude a buscarla —murmuró, suavizando la mirada.
—Sí, eso haré.
James le dio un beso de despedida y se dio la vuelta para salir. Cuando la puerta se cerró tras él, emitió un suspiro agradecido; su pequeño tesoro era muy curioso y de haber reparado en las imágenes de las pantallas, la habría acribillado a preguntas.
Pasados unos minutos Patricia apareció con una bandeja.
—James ya está desayunando —comentó la castaña mientras colocaba la charola sobre una mesa.
—Me ha preguntado por su tableta.
Patricia la miró de reojo y luego agarró el tazón con fruta junto con un tenedor.
—Es por su bien.
Candice aceptó el tazón que la castaña le ofreció, pero no hizo intento de comer, tan solo lo sostuvo entre sus manos.
—Lo sé, pero... lo estoy engañando... me siento una mala madre —confesó y las lágrimas que no derramó delante del pequeño, brotaron ahora.
Patricia inhaló profundo y después fue por una silla. Se sentó junto a la rubia y le quitó el tazón de las manos.
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¿Dónde Estás?
FanficCuando Candice conoció a su nuevo paciente supo con cada vello de su cuerpo que ese hombre perturbaría su, de por sí, nada ordenada vida. Y no se equivocó. Cuando un pequeño accidente lo mandó al hospital, el susodicho paciente nunca pensó que ahí...