Uno: La fiesta

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Días después:

Gumball salió del edificio. Nunca le había gustado ese tal Kail. Seguramente se quedaría en el olvido como ocurrió con Rob. Igual era otro error, uno más.

Pero no le gustaba un pelo cómo Penny lo había mirado. Esa mirada era la que ella le daba a él. Gumball sacudió la cabeza.

Gumball:
—Me estoy imaginando cosas. Seguro que no pasa nada.

En la calle caminaba mirando al suelo, dándole patadas a todo lo que le pillaba de camino. Darwin no estaba. Eso era extraño.

Gumball:
—¿Darwin?

Llamó, pero Darwin no estaba allí. "Genial, me vuelvo solo a casa..." Pensó. ¿No había quedado en la manzana de al lado? No le veía por ninguna parte.

El autobús se había marchado ya. Llegó a casa media hora después, muy cansado. Abrió la puerta, y gritó:

Gumball:
—¡Ya he vuelto! ¿Hay alguien?

Richard:
—Sí, yo.

Respondió el conejo rosa, que disfrutaba de la televisión tumbado en el sofá. Ese era su trabajo, pasatiempo, deporte favorito y hobby. Quedarse todo el día sin hacer nada.

Gumball:
—Hola, papá. ¿Darwin ha llegado ya?

Richard:
—Seh, pero se ha marchado muy pronto. Yo estaba durmiendo, casi no me he enterado.

Gumball:
—¿Y sabes dónde ha ido?

Richard:
—Probablemente a casa de Tobías. Montaba una fiesta de bienvenida, o algo así. ¿Conoces al chico nuevo? Porque me gustaría conocerle... ¿Tendrá buen gusto para la comida?

Pero el chico al escuchar las palabras "fiesta de bienvenida" dejó de prestarle atención. Frunció el ceño y soltó un gruñido.

Gumball:
—Argh... ¿Ha invitado a Darwin? ¿Y a mí no? No lo entiendo.

Y se marchó dando un portazo. Caminó por la calle en dirección de la casa de Tobías.

Ya había estado allí en alguna ocasión, como cuando él y Darwin intentaron recuperar un juego que Tobías no les devolvió en semanas. Se intentaron colar por la ventana, pero Darwin se enfadó y lo dejó atrapado en un sótano.

Al acordarse de eso, Gumball soltó otro gruñido e intentó pensar en otra cosa.

Como no había sido invitado le pareció mal entrar por la puerta principal y llamar la atención (Que es lo que habría hecho en cualquier otro momento) y en vez de eso prefirió mirar disimuladamente por una ventana.

Dentro de la casa había luces, música y la gente estaba bailando. Cómo estaba prácticamente todo el curso no vio a Darwin a primera vista. Cómo nadie miraba se atrevió a asomarse un poco dentro de la casa.

Entonces vio algo naranja al final del salón. "¡Darwin!" Pensó, e intentó mirar mejor.
Efectivamente, era su hermano. Estaba de espaldas a él, pero podía observar que estaba con otra persona. Un conejo azul grisáceo.

Al principio eso le enfadó, pero se acordó de que la fiesta era en su honor, y tenía todo el derecho del mundo con hablar con quien quisiera. Así que se calmó, respiró hondo y se fijó aún mejor.

Kail habló, y debió de  contar algo gracioso porque Penny y varias personas más comenzaron a reír. Penny se tapó la boca, como si no quisiese que la vieran riéndose de lo que sea que hubieran dicho.

Sin embargo, Darwin seguía sin dar la cara, pero no daba la sensación de estar divirtiéndose mucho. Eso alivió a Gumball, pero a la vez lo preocupó.

¿Y si Kail había dicho algo malo sobre él y Darwin no quería reírse? Eso explicaría por qué Penny se había tapado la boca, y él pez no parecía muy contento. Esto pudo con su paciencia, y armando una gran confusión entró por la ventana.

El primero que lo vio fue Kail, quien le mostró una expresión de desagrado, cosa que molestó mucho al gato azul.

Tobías:
—Gumball, ¿Por qué has llegado tan tarde?

Preguntó la nube colorida nerviosa.

Gumball:
—Porque no me has invitado, probablemente.

Respondió este, muy serio.

Gumball:
—¿De qué os reíais, de mí?

Penny:
—Por favor, Gumball. No todo el universo gira en torno a tí, ¿sabías?

El nuevo (el asombroso mundo de Gumball)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora