Meow🐾

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La primera vez que lo vi me pareció un pequeño gatito sin hogar, tenía el pelaje negro y unos enormes ojos oscuros y profundos, había un pequeño par de colmillitos que mostraba si tratabas de tocarlo y la delgada cola se balanceaba de forma graciosa antes de sentarse. Yo pasaba todas las tardes en aquel parque después del trabajo, perdí la cuenta de todos los libros que había leído en el suelo bajo aquel enorme roble y siempre algunos minutos después de mi llegada una pequeña bola de pelos negro caminaba hasta a mí, se sentaba sobre sus cuartos traseros y me miraba fijamente leer, de vez en cuando le recitaba algún poema o le leía alguna parte de la historia, era impresionante notar la chispa de entendimiento en sus pequeños ojos justo como si fuese consciente de mis palabras, casi como si tuviese una inteligencia más grande que la que posee un felino. Nunca me dejó tocarlo aun cuando se veía como una cosita adorable, las veces que alargue mi mano hacía el, me mostro los pequeños y amenazantes colmillos, los pelos de su lomo se erizaron y por un segundo pude ver como entrecerraba sus ojos con amenaza...desde entonces no me arriesgué a querer tocarlo de nuevo. El pequeño minino siempre fue una grata compañía a pesar de su silencio, nunca le escuché maullar ni gruñir, solo se sentaba ahí a verme leer. Aprendí a traer un poco de comida para gato en mi mochila junto a una botella de agua, dejaba un pequeño recipiente con la comida y otro más con el agua a mi lado cerca de mí pero lo suficientemente lejos para que no se sintiera incomodo, él se acercaba a los platos y comía en total silencio, antes de irse me daba una mirada y me parecía ver una inclinación de cabeza como si quisiera agradecer y yo le sonreía agitando mi mano.

Una tarde llegó cojeando de la pata delantera y algo dolió profundamente en mi pecho al verlo así, mi pequeño amigo felino estaba herido, una grande herida cruzaba el puente de su naricita justo debajo de sus ojos, aún había sangre seca en su corto pelaje y en su lomo algunos rasguños de apariencia superficial hacían estremecer mi corazón. No hizo ningún sonido a pesar de que sus pequeñísimas facciones demostraban dolor, incluso el moverse le era difícil pero negó cualquier tipo de ayuda en el momento, simplemente se acercó a los platos y después de saciarse sentó frente a mi observándome leer, fui cada día cargando en mi mochila un ungüento que compré especialmente para él en la espera de que me dejase acercarme y tocarlo pero él nunca me dejó, siguió viniendo cada día y pronto su patita se hizo funcional, los rasguños comenzaron a sanar y cuando menos pensé parecía estar sano de nuevo yo sin embargo aún tenía el sentimiento de impotencia por no poder ayudarlo. Muchas veces me encontré a mí mismo hablándole al pequeño gato, seguramente podía verme como un loco, pero el felino se había convertido en algo así como mi confidente, le hablaba sobre mi día, sobre mis problemas y de cualquier cosa que se me ocurriera, él no se aburría y me escuchaba hasta que dejaba de hablar y entonces tras un asentimiento se iba. Nunca traté de seguirlo, no porque no me interesara si no que no que creía que incluso el felino podría sentirse incomodo por mi entrometimiento, por eso yo solo esperaba cada tarde a verlo.

Una tarde a comienzos de diciembre el clima comenzaba a cambiar, los aires fríos del invierno ya se podían sentir erizándome la piel y una chaqueta me era indispensable, pronto el suelo de ese roble iba a estar lleno de nieve y me iba a ser imposible leer en el parque, estaba preocupado no lo voy a negar, si no estaba ahí no podría ver al felino y yo estaba muy encariñado con él, ya no concebía no ver al pequeño gatito y solo de pensarlo una parte de mi pecho dolía. Para el momento en que llegué al roble noté que estaba vació, como siempre, tomé mi lugar habitual y saqué mi libro, no pasaron más de diez minutos cuando el suave murmullo de patitas en el frió césped llamó mi atención, el pequeño minino negro venía trotando hasta a mi venía cargando con algo en su hocico, esta vez no se detuvo a pasos de mi si no que se acercó lo suficiente para dejar el pequeño papel que cargaba en mi muslo e incluso acercó su cabecita dando golpecitos con su nariz, sin dudarlo tomé el papel y lo leí, había una caligrafía un poco tosca eran solo unas palabras en el arrugado papel, "Me llamo YoonGi" había un dibujo muy básico en forma de gatito, eran solo líneas formando la cabeza algo muy tierno, lo miré con un poco de confusión y una sonrisa suave, el gatito se sentó sobre sus cuartos traseros y sin más comenzó a lamer sus patos con un gesto que parecía querer ignorarme.- Hola YoonGi-. Le susurré y sus orejas se irguieron de forma extraordinaria fue entonces cuando entendí que ese era su nombre. YoonGi se marchó en el momento en que me vio cerrar mi libro, corrió tras el árbol y desapareció sin dar pista.

Faltaban pocos días para nochebuena cuando regresé al parque, una tormenta de nieve y un montón de trabajo acumulado me había impedido ir y yo estaba demasiado ansioso y preocupado, no había visto al pequeño gatito y temía que algo le hubiese sucedido en medio de la nieve. Una capa blanca y suave cubría todo el parque, apenas podía caminar y aunque iba bastante abrigado podía sentir el frío filtrándose en la tela, apenas llegué al roble la sangre se me drenó por completo. En medio de la nieve una pequeña mancha negra resaltaba, había unos pequeños copos en el pelaje negro del gatito que estaba hecho un ovillo, un miedo profundo me recorrió al pensar que podía estar muerto. Me acerqué lo más rápido que pude y sin pensarlo lo tomé entre mis manos, no pesaba nada pero podía sentir lo helado que estaba incluso a través de mis guantes, podía sentir su ligera respiración, era muy superficial pero al menos respiraba, lo resguarde dentro de mi abrigo y traté de que mantuviera el máximo calor posible hasta llegar a mi casa. Lo acuné entre un montón de mantas calientes e incluso bajé la temperatura de las habitaciones, dormí a su lado esa noche con la esperanza de que al despertar estuviese mejor.

Una cosquilla ligera en mi mejilla me despertó, YoonGi me miraba con esos ojos enormes y su patita en mi mejilla, con cuidado toqué su cabecita y noté que estaba cálido, el alivio llegó a mí como una ola que me derribó, el cachorro de gatito estaba bien. De pronto un montón de calor comenzó a irradiar de él y una luz cegadora me hizo cerrar los ojos, para el momento en que los abrí pensé que estaba soñando. Un chico pelinegro y desnudo estaba frente a mí, había perdido mi capacidad del habla e incluso mi capacidad de moverme, en un momento un gatito negro estaba sobre mi cama y al siguiente un chico, un muy desnudo chico con orejas felinas sobre su cabello negro y una colita delgada saliendo de su espalda baja había aparecido, debía estarme volviendo loco. Repentinamente lagrimas comenzaron a bajar por sus mejillas pálidas, se veía confundido y asustado pero incluso de eso no parecía tener miedo de mi.- Tú... tú no habías venido en mucho tiempo al parque y yo...te extrañaba-. Susurró con voz grave, sus manos delgadas y elegantes frotaron sus ojos y sus orejitas se aplastaron contra su cabello, por instinto lo tomé entre mis brazos acunándolo, parecía un cachorro perdido, YoonGi había estado esperando por mí y yo le había fallado, había rompido esa rutina que sin saberlo habíamos establecido. Lo acuné más fuerte entre mis brazos y él se relajó contra mi cuerpo.-Lo siento YoonGi, lo siento mucho, ya no tendrás que esperar por mí, puedes hacer de este lugar tu hogar-. No sabía que había sucedido, no tenía idea de cómo había cambiado todo, pero ahora tenía un hibrido en mi vida, YoonGi iba a ser una constante más grande que nuestras improvisadas reuniones en aquel parque, estaba dispuesto a tenerlo conmigo por siempre, porque YoonGi y yo nos encontramos el uno al otro y desde hoy sería mi pequeño compañero por siempre.

-One Shots NamGi-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora