Capitulo 3

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La mayoría de las personas suelen decir que la forma en que vivimos, actuamos o incluso la forma en que nos vestimos habla por nosotros mismos. Pero para mí eso siempre ha sido un problema con pros y contras. ¿A qué me refiero? Pongamos el ejemplo de los ojos, "las ventanas del alma", la forma en que cada persona ve al mundo en su propia perspectiva. Todos tenemos ojos eso es claro, ¿que todos vemos lo mismo durante toda nuestra vida? Eso depende de cada uno de nosotros, de donde somos y a donde vamos; mi mamá solía decir que algunos nacen sobre estrella y otros estrellados, pero hay otros tantos, tan pocos afortunados que nacen donde deben estar. ¿Hay un solo tipo de ojos?¿Cómo es que se diferencian unos de otros?¿Quién dice que algún tipo de ojos es más hermoso que cualquier otro? Las personas que forman parte de él, o la parte contraria de la categoría, ¿Fue una decisión de odio y envidia, algún intento de sublevación o un ejemplo del narcisismo en su más amplio esplendor?

Lo mismo sucede con la mente, podemos crecer igual, tener una misma educación o una misma perspectiva de la realidad, pero pocas personas pueden elegir en qué pensar y el momento de hacerlo, pueden pensar por sí mismos o por todo aquel que lo rodee. Yo personalmente adoro pensar, aunque creo que eso quedó claro, pensar en las miles de posibilidades que tiene nuestra vida a lo largo de su camino, como podemos escoger en que momento termine o siga su rumbo sin ser ahora parte de nuestro veredicto.

Ya sea por decisión propia o por obra del "destino" las cosas pasan, podría detenerme a hablar también del destino, pero sencillamente, no le veo tanta importancia.

Recuerdo la primera vez que llevé a Tyler a mi casa, el primer día que llegó a ser parte de mi camino. Parecerá gracioso para alguien como yo, pero amaba mi casa, no era la más grande o la más cara, pero era un hogar, no digo que fuera la más noble tampoco, digamos solamente, un nivel intermedio. Mi mamá lo adoro en un principio, no por su voz grave o su forma de hablar, si no como dije antes, su forma de demostrar su confianza, esa seguridad. Solía vivir con mi mamá y con mi hermano mayor. Solo nosotros 3, jamás me detuve a pensar en la forma que podría llegar a ver a mi familia, yo como los veo, son buena gente, pues a pesar de todo he convivido con ellos lo largo de toda mi vida.

-Es un gusto conocerte Tyler!, ¿que tal te fue en el viaje?-. Esa es mi madre, tan dulce y distraída, siempre metida en su trabajo, no solía verla mucho.. Pasaba la mayoría del tiempo metida en su oficina casi tan grande como mi habitación.
-Muy bien señora, gracias por preguntar-.

Fue casi toda la discusión que hubo en el camino directo a casa, trate de mantener la vista fuera del auto, evitando cualquier forma de cruzar miradas con él. En el momento en que estábamos llegando a la calle principal sentí unos escalofríos que no puedo describir, no siendo algo incómodo o que me moleste, si no más como un nerviosismo que no quería admitir; y ahí estaba mi casa, de un color claro casi llegando a ser blanco con los detalles de las ventanas en un café intenso. -Qué bonita casa..-.
¿Será cierto?¿O son el tipo de cosas que una persona suele decir tratando de no hacer sentir mal a los demás? -Gracias..-

Cuando nos detuvimos por completo y logramos bajar del auto pensé que era recomendable tratar de ayudarle con su maleta o al menos algo que no me hiciera quedar como una compañera de cuarto inútil, pues cuando sea mi turno de ir a su casa, espero que logre hacer lo mismo por mi.
-¿Te ayudo con algo?-
-No es necesario.. sólo.. ¿puedes sostener mi chaqueta?-
Asentí con la cabeza tomándola entre mis manos para poder abrazarla en un agarre seguro, olía particularmente "rico", con un toque de su loción de hombre y otro aroma parecido a lo que era la cafetería de aquella mañana

-Sígueme, tu cuarto está arriba-.
Al llegar al marco de la habitación tras una corta distancia de las escaleras abrí la puerta con un ligero empujón al inicio, solía atorarse cuando no lo hacía. Esa era la habitación de mi papá, justo frente a la mía, llámenle estudio o cuarto de sobra pero con la cama matrimonial que estaba en el medio, con un colchón un poco más viejo que yo era todo lo que podía ofrecerle. Tenía una amplia ventana con una vista casi tan genial como en la mía.
-¿Te gusta?-
-Claro! Tiene una vista increíble..-
-Me alegro que sea así, estaba nerviosa por eso..-
-Sueles ponerte muy nerviosa por muchas cosas ¿cierto?
-Tal vez- Otra vez estaba ahí su sonrisa. Esa maldita y hermosa sonrisa, delineada por sus rosados y secos labios masculinos.
-Bien.. dejaré que te acomodes, veré si ya está la comida lista-

En este punto me sentía un tanto estúpida, no por los nervios que me invadían o por la forma en que había huido de aquella escena, tal vez me había gustado en un punto, un punto entre mi propio veredicto y mi voz de la razón, a la cual solía escuchar casi todo el tiempo para no hacer tonterías.
Esa tarde comimos una tradicional y típica comida mexicana, a base de sopes sencillos y quesadillas. Creo que era bastante obvio, comer lo que suele ser normal para otros países que no ofrezcan en el tuyo; o al menos que yo sabía en Estados Unidos no era nada buena la comida mexicana.

-Ve a hablarle a tu amigo extranjero, la comida ya está lista-
No hubo necesidad de eso, pues él bajo por su cuenta, noté su cambio de ropa, con solo una playera blanca demasiado pegada para mi gusto, tenía un outfit muy casual, aunque era casi imposible no ver su cuerpo transparentado por la misma. Era casi igual que una mujer venezolana con un escote atrevido, solo que en este caso no era una mujer de la que estamos hablando, y mucho menos utilizando un escote.

Tardamos en comer casi media hora, y aunque no fuera mi comida favorita fue lo bastante buena para que a él le gustara, aunque claro esa era la meta de todo. Algo que debo decir que llego a salvarme en algún punto de mi existencia fue presentarle a mi hermano, ya que compartían tantas cosas en común como si le hubiera presentado un amigo ya conocido para él. Pasaron casi toda la tarde y parte de la noche metidos en su habitación, a un lado de la mía.

Fue casi hasta las 8:00 que en un tiempo de 15 minutos tomé un baño caliente al final del pasillo, ese es mi baño, o el de todas la habitaciones. Sonará tonto o algo ya visto pero era uno de mis momentos favoritos del día, poder cantar como me diera la gana y sin tener a alguien enfrente que pudiera callarme, poder limpiarme lo que en todo el día pude haber escrito sobre mis brazos y lo mejor, poder pensar en voz alta como a mi mente le encantaba hacerlo. Era algo así como si en ese momento mi mente y el baño tuvieran sexo casual, siendo yo una intrusa de su relación.

Todo se había olvidado, todo era como antes, común y corriente. Aunque volvió por caerse hasta el suelo, porque como siempre, no era raro que yo no hiciera una tontería en menos de 24 horas. Salí con la toalla corta sobre mi pecho, y la otra aún más pequeña en forma de rollo sobre mi cabeza, estaba en mi casa, y el único tramo que debía hacer desde el baño era hasta mi cuarto, por poco más de 2 metros de distancia caminé sin preocupación alguna, viendo por azares del destino el cuarto con la luz prendida de donde provenía todo el ruido de aquella vez, ahí estaba él, parecía que hubiera visto por primera vez la revelación verdadera de la creación (por ser un absurdo ejemplo) y aunque no puedo estar del todo segura, sé que yo pude estar casi igual que él.
El momento en que dos miradas se cruzaban, en que dos extraños apenas se conocían, pero no en el mejor momento y por supuesto, no en la mejor ocasión.

LOVE SICKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora