Capitulo 4

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Ojalá pudiera decir que todo permaneció normal y tranquilo después de eso, pero estaría mintiendo. ¿Qué fue lo que pasó después? No sabría como decirlo, ya que estaba tan metida en mi inseguridad que brotaba como un hedor natural. Llámenme loca si quieren hacerlo, pero la forma en que podía tranquilizarme, deteniéndome a pensar con toda la seguridad posible, sin que me importara nada más en ese momento era asomarme por la ventana de mi cuarto a media noche. Era el momento que podía divagar en el amplio mundo de mi mente tan organizada como una biblioteca propia de un premio por organización y limpieza, sin mezclar pensamientos entre otros como algún tipo de sopa extraña, posiblemente de procedencia japonesa. Un momento largo y corto a la vez, dudoso y seguro de sí mismo, con pruebas que puedan sostener alguna idealización antes de creerla por completo. Soy el tipo de persona que cree que no puedes mezclar cualquier cosa con otra, ya que sin una relación directa de por medio, no tenia ninguna razón explicable de estar ahí, ¿Cómo lo explicaría? Un ejemplo perfecto son las fiestas de cada fin de semana, las fiestas en las que pasan las anécdotas más recordables de "nuestra edad" a las que casi todos son invitados, aunque claro, no todos lo son. Existen los marginados, los apartados, los que solo existen durante las clases de 7 a 2 siendo después de eso algún ente extraño que no puede hacer algo más que quedarse en su casa. El ejemplo perfecto soy yo.

Después de encerrarme en mi habitación, esperando que la pena pasara rápidamente, aliste mis cosas, mi alarma, mis llaves y mi mochila, la combinación exacta para sobrevivir otro día. Fue entonces cuando me dí cuenta, había olvidado regresarle su chaqueta que con anterioridad me había dado. Ahí estaba, arrinconada en una parte, con su aroma impregnado, era un lindo detalle del que, sin que nadie me pudiera ver, podría disfrutar toda la noche. Al ponérmela encima, viendo como me quedaba casi llegando hasta las rodillas, me envolví de una manera que no conocía de mi, una parte que no dejaba salir tan fácilmente, como un pequeño bebé con su manta favorita, la textura, el olor y el sentimiento. Como era de esperarse pase la noche entera disfrutando de mi nueva adquisición; y no por presumir, dire que fue una de las noches más relajantes de mi vida.

Al despertar de nuevo con un ligero grito por fuera de mi puerta, acompañado de golpes constantes retumbando con desesperación, era mi madre. Mi alarma había olvidado despertarme, y al ver la hora pude notar lo tarde que era 6:20. Como todos los días hice la rutina rápida para poder llegar a tiempo, lavarme los dientes, hacer la cama y bajar a desayunar. Aún era temprano y mis ojos me traicionaban, y una vez más, volví a verlo, sentando cómodamente sobre el comedor principal desayunando lo que parecían huevos revueltos; había otro plato acomodado estratégicamente a un lado de él, recién servido esperando por mí.
-Buenos días-.
-Hola.. ¿llevas mucho esperándome?-
-No en realidad, como 5 minutos-
-Lamento tardar.. mi alarma no sonó-
-¿Tú alarma? Claro que la escuche, sonó unas.. 4 veces seguidas-
-¿Enserio?-
-Sí, ¿mi chaqueta es cómoda?-.
Sentí un mal bocado atorarse en medio de mi garganta, comenzado a toser como una respuesta incómoda tratando de no morir asfixiada al mismo tiempo, sabía que era una mala idea, que no debía de hacerlo por buenas razones como esa, pero por poca suerte, no se cumplió lo que tanto me asustaba. Que se pudiera molestar conmigo, pues no todos tratan bien a sus acosadores personales.
-Lo siento, no era mi intensión, pero..-
-Tranquila, te veías bien con ella-
Una conversación bastante tranquila aunque un poco incómoda para comenzar así el día. 6:40 el tiempo no paraba y entre más tardáramos en salir, más tarde llegaríamos a la reflexión matutina. Lo gracioso aquí, es que la que tardo en salir por completo fui yo. Suelen decir que los hombres son más rápidos que las mujeres, y había puntos que lo respaldaban, no debían peinarse tanto como nosotras, no suelen humectar tanto su piel, no les preocupan sus pestañas o como podrían verse sus cejas sin depilación, incluso en el baño eran más rápidos que nosotras, y es entendible, pero algo que todas podemos saber, es que entre ellos eso no importa ni un poco. Lo único que me faltó hacer fue peinarme, pero para una dama tan poco elegante como yo, no había gran diferencia.

7:00, 8:00, 9:30. Las tres primeras horas de la mañana. Era viernes, por lo que comenzábamos con matemáticas, mi materia favorita. La única ciencia exacta que no amerita de nadie que las entienda, si no que las comprendan, una ciencia tan hermosa y complicada que pocos podían con ella. No hace falta que lo repita, pero por si lo necesitan, lo diré las veces que sea necesaria. Yo amaba, ame, amo, amare, y amaría las matemáticas en cualquiera de sus extensiones. Cuando era más joven me identificaba con ellas, ambas extrañas y poco comprensibles, entendibles al tacto y agradables al entendimiento. Hermosas por dentro como intimidantes por fuera, éramos ella y yo.

Llegó la hora de receso y con ella las ganas punzantes de continuar mi libro "Lolita". Estaba a pocos capítulos de terminarlo y ante todo deseaba saber el tan esperado final que mi ser anhelaba conocer desde hace tiempo.
-Reb, me invitaron a los partidos del receso, en las canchas ¿quieres ir?-
No podía creerlo, aunque no me sorprendía del todo no esperaba recibir un golpe tan duro y tan rápido, los deportes.
-Claro.. adelántate si quieres, yo iré a verte después-. Aunque por dentro gritara, me negara, pataleara, hiciera un berrinche o me reventara una úlcera péptica, nada me impediría ir a verlo. No había excusa alguna que pudiera ayudarme ahora; las canchas deportivas, bastante grandes para mi parecer se encontraban a un costado de la escuela, recorridas a lo largo de la misma podía verse todo desde un punto alto, con una leve probabilidad de ser golpeada por el balón. Aquel día era partido de sólo niños y pude identificarlo fácilmente de entre los demás por su cabello. Claramente, yo no me llevaba bien con los deportes, era algo que no se me daba, por más que lo intentara o practicara. Algún tipo de ciencia sin sentido que se basa en el contacto físico, no digo que yo tuviera una mala condición, o que no pudiera con ellos, solo que no me agradaban en su totalidad.

Me senté en una de las orillas de la jardinera, esperando poder ver todo desde mi punto lejano (que estratégicamente había escogido a prueba de balones, o a prueba de tontos). No puedo explicar la forma en que me logro impresionar levantando mis expectativas hacia él, el juego era fútbol americano, con más contacto que el soccer, requería de buenas jugadas para poder tener un resultado, para él se notaba como algo tan fácil que hiciera todos los días, tal vez la fuerza bruta era su punto G, o su punto de encuentro.

Aquel día no solo hubo una amplia victoria en mi salón, también una derrota bastante notable en aquel otro. Su forma de desenvolverse en las canchas me agradaba, ver lo que le gustaba hacer, teniendo más claras mis ideas hacia él, quizás en otro momento tendríamos de algo que le gustara hablar. Quizás.. no me esperaba que todo acabara de forma tan simple. No sólo llamo mi atención, otras chicas lo miraban con una atención y dedicación tal que podría pensar en canibalismo con su mirada, todas se le acercaban felicitándolo en ambas direcciones. ¿Lo estaban aturdiendo?¿Porque se le acercaban tanto? Llegue a un punto de quiebre, en el que la impotencia me dominaba dejándome sin opciones probables para hacer.

-Me invitaron a una fiesta hoy en la noche, me dijeron que podrías venir sin ningún problema, ¿Qué dices? ¿Te gustaría ir?-. Mentira, claro que yo era un problema, pero sin mí no podría llegar a ningún lado, dependía de mí.
-No lo sé.. no suelo ir mucho a esas fiestas, no sabría que usar-. Verdad.
-Vamos! Podrías divertirte y conocer a alguien-.
-Ah.. pues, no tengo nada que perder ¿cierto?-. Una soga al cuello directa para saltar.

¿Qué era lo que usaría?¿Algo casual casi como si no me importara, o debía vestir algo digno de una buena primera impresión? Esas preguntas retumbaban en mi cabeza de un lado a otro, mostrando miles de opciones posibles con la ropa que contaría ese día. ¿Por qué había aceptado? La mayoría de la gente invitada no me hablaba y la otra pequeña porción solo me miraba como un bicho raro ¿No debería dejarlo en la puerta de la fiesta para volver por él unas horas después?.
Estaba desesperada, jamás había pasado por esa situación, por lo que recurrí a la única persona casi tan cercana a mí para ayudarme, como tan popular en sus tiempos. Mi madre.

Faldas cortas y blusas una talla más chica de lo aceptable, cabello alborotado y pendientes exagerados. Mi madre era toda Sandy Olsson metida en su papel de "Vaselina". Una persona popular entre sus amigos, probablemente todo lo contrario a mí. Sabía cosas que puede que yo no, después de todo era mi madre y debía tener experiencia alguna que pudiera ayudarme.

LOVE SICKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora