Pequeños Relatos DAYFIGO

Aplaste.

Estaba sola, no tenía a nadie más, mi familia estaba muerta.

Mi madre, mi padre, mi hermano y mi hermana.

Muertos.

El asesino estaba tan borracho que alucinó y giró el volante bruscamente hacia la izquierda, para no atropellar y matar a alguien que en realidad no existía.

Pero mi familia sí existía, estaba viva, y los mató.

Tranquilamente ocupando los sillones en la sala, viendo una película; excluyéndome como todo el tiempo.

El automóvil atravesó la pared y cayó sobre mi familia, aplastándola.

Y yo lo miré todo, desde la cocina.

Miré la sangre chorrear de la cabeza de mi madre, la mano de mi hermano, no había rastro de mi hermana, la cabeza de mi padre en las patas del comedor, la sangre saliendo de por debajo del automóvil... el asesino, inconsciente con la cabeza en el volante.

Se me cayó el vaso, y el cristal rompiéndose al compás con mi corazón me hizo reaccionar.

Con las manos sudorosas saqué mi teléfono del bolsillo y batallosamente lo desbloqueé, me metí en la agenda y presioné en llamar al contacto Emergencias. Subí el aparato a mi oído mientras caminaba hacia la puerta, el viento me azotó en la cara justo cuando contestaron.

"Un hombre se estrelló en mi casa" logré decir con una calma impresionante mientras corría hacia la banqueta, alejándome de mi casa. "Aplastó a mi familia".

Aquello pareció perturbar a la señorita trás el teléfono, porque exigió mi dirección. Respondí lo que me preguntó y colgué mientras me alejaba de mi casa sin apartar la vista.

Choqué contra los brazos de mi vecina, una anciana que siempre me había tratado bien, me tomó por los hombros y la miré a los ojos.

"¿Y tú familia? ¿dónde está tu familia?".

"Los aplastó. Los aplastó..."

Sus ojos se abrieron tanto que me transmitió su terror, me empujó contra su pecho y me abrazó tan fuerte como si temiera me desmayara.

Sólo podía pensar "los aplastó, los aplastó...".