Mis Demonios

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-¡Paren!, ¡Dejen de hacer eso!, ¡Por favor!- Grite desesperadamente mientras tapaba mis oídos con mis manos.

Las cosas seguían moviéndose alrededor de mí, tanto cosas pesadas como livianas, libros, sillas, cuadros, lámparas antiguas, toda clase objetos.

-¿¡Por qué no paran!? , ¡Yo no pedí que hicieran esto!- grite con más fuerza.

Un estruendo se escuchó en la otra habitación y todas las cosas cayeron al suelo precipitadamente. Abrí los ojos lentamente y mire las cosas en el suelo, otro estruendo se escuchó en el segundo piso, mire hacia la puerta como si esperara ver a alguien o algo. Salí de la sala hecha un desorden lentamente hacia el recibidor, mire escaleras arriba esperando escuchar otra vez el estruendo, pero no se escuchaba nada.

Me acerque lentamente a las escaleras y empecé a subir por el lado izquierdo, mis sentidos estaban demasiado alterados y mis ojos muy abiertos, seguí subiendo y pude ver como una sombra se deslizaba rápidamente por la pared, corrí hacia ella diciendo -¡Te encontré!-. Me eche a correr tras esa sombra por el pasillo hasta llegar a un cuarto al que antes de entrar se me cerró la puerta en la cara.

-¡Déjame entrar!- grite mientras daba de golpes a la puerta –¡Tienes que recoger el desorden de la sala o me van a regañar!- dije intentando abrir la puerta, pero la perilla no cedía.

Claramente escuche como un auto de detuvo en la entrada, eran ellos, me regañarían si él no limpiaba el desorden.

-¡vamos! ¡sal de ahí!- dije forcejeando la perilla.

-Amanda, ya volvimos, ¿Dónde te encuentras?- escuche la voz de mi madre decir. - ¡ay por dios! ¿¡Pero qué ha pasado aquí!?- dijo sorprendida y algo molesta.

Baje de inmediato al recibidor para encontrar a mi madre en la puerta que da a la sala, ella volteo a verme al escuchar mis pasos escaleras abajo.

-¿Cómo has podido poner la sala de cabeza en menos de 15 min tu sola?- pregunto molesta con las manos sobre la cintura.

-¡Yo no fui!, ¡Fue él!, ¡enserio!- dije mientras apuntaba a una sombra en la pared.

-No te quieras hacer la chistosa conmigo, sé que a tu temprana edad es "normal" que tengas ese tipo de amigos imaginarios, pero de eso a que pongas la sala de cabeza y echarle la culpa a algo que no existe, es imperdonable, ¡castigada!- sentenció mi madre.

Ese día no tuve como explicar lo que había pasado en la sala, dure castigada hasta que a mi madre se le bajo el enojo, mi papá estaba realmente ocupado y cada que algo pasaba en la casa tenía que volver rápidamente.

Los días siguieron pasando y él me seguía molestando cada vez más, movía mis muebles, escondía mis juguetes, desacomodaba toda la casa en cuestión de segundos y la única afectada era yo.

-¡Deja!, ¡Suelta eso, es mío!- dije mientras jalaba mi peluche favorito- ¡Suéltalo, lo vas a romper!- dije con una lagrima rodando por mi mejilla. Escuche la tela desgarrarse y luego caí al suelo de espalda, efectivamente mi peluche se había roto, llore tanto y le grite que mis papás subieron rápidamente a mi habitación.

-¿Qué pasa, por qué lloras? – pregunto mi madre mientras me levantaba del suelo

-¿Qué pasa?- pregunto mi padre que venía llegando  a mi cuarto.

Le mostré mi peluche roto mientras seguía llorando.

-Oh, cariño, rompiste tu peluche, no te preocupes, lo llevare a arreglar o te compraremos otro– dijo mi madre tiernamente.

-¡Él lo rompió!- grite mientras apuntaba a mi ventana en donde se postraba con una gran sonrisa.

-¿Quién lo ha rompido? – pregunto mi padre

-¡Él!, siempre me molesta, roba mis cosas, ¡quiero que se vaya!, ¡que se vaya!- grite abrazando a mi madre entre llanto.

Mis padres estaban desconcertados, no sabían que hacer conmigo, pensaban que su pobre niña de 3 años en ese entonces, se estaba volviendo loca, pero todo cambio el día que por fin lo vieron.

Mi padre me estaba explicando que los amigos imaginarios no  podían hacer cosas malas, que a la mejor yo hacia las cosas inconscientemente, por más que le decía que no era yo simplemente no me creía, mi padre perdió la paciencia y me grito, me asuste al verlo de aquella manera, daba vueltas por el despacho con las manos sobre la cabeza, se detuvo frente a su escritorio y dijo "iras a un internado", (si, un internado en donde los padres ricos meten a sus hijos de 5 años para no hacerse cargo de ellos, ¡pero yo tenía 3 años!), me dijo que ese lugar me gustaría mucho, que conocería más niños y niñas y podría jugar con ellos.

Esa misma tarde mi madre me tomo en brazos y subió al auto con mi papá, condujo por varias horas hasta llegar a un edificio enorme, en la entrada nos recibieron dos hombres de traje, el jardín era inmenso, más que el de nuestra casa.

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