III - Entre estrellas

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42 semanas antes de la semifinal

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42 semanas antes de la semifinal.

Todd Martthem.

Durante el día el cielo era un manto celeste inamovible. Ni una sola nube se asomaba en la bóveda que cubría las cabezas de diez mil millones de personas, no obstante, durante la noche el escenario era distinto, y Todd acostumbraba a, cada vez que el sol caía, ver por largos ratos las estrellas que remataban en la oscuridad.

Le gustaba imaginarse así mismo allá, en la lejanía del espacio, saltando entre estrellas, conversando con la Luna y contándole las miserias de su lamentable vida en La Tierra, y después ella le contaría de otras épocas, de otros milenios, de los cuentos que había aprendido al haber sido condenada a ser una eterna observadora de lo que pasaba en ese lamentable planeta.

Y a pesar de las imágenes que aparecían en su cabeza mientras contemplaba la noche Todd Martthem siempre terminaba suspirando, así como suspiraba en ese instante, consumido por múltiples emociones que no sabía como manejar, que no lograba digerir. En las últimas semanas esa carga había aumentado, habían pasado largas trece noches desde que el proyecto The Hope viera la luz y él aún no tenía claro qué hacer.

No era una decisión fácil. Por una parte tenía curiosidad por vivir esa experiencia, también estaba el factor económico, faltaban tres días para que la ONU le entregara sus dos dolares semanales y ya se había quedado sin comida y apenas les quedaba algo de agua potable, pero siempre era así, Todd no recordaba una semana en la que no haya pasado hambre. Él podía soportar las carencias, pero su hermana Danny sufría la situación más que él.

Últimamente se le veía más débil y podía notar en sus ojos un brillo lleno de emoción, un brillo expectante que le parecía gritar en la cara a Todd que jugara el maldito juego, aunque claro, Danny no decía ni una palabra. «Un solo juego», solía pensar, «Un solo juego y tendría dinero suficiente para vivir un año entero sin problemas», pero también en un solo juego podía perder la vida y dejar abandonada a su pequeña hermana. La decisión no era fácil.

En los últimos días Las Lombrices se había vuelto un escenario desconcertante. En algunas calles podías ver a madres llorando la pérdida de sus familiares, y tres mediaguas después oías un grito eufórico, lleno de adrenalina y excitación, un grito de gloria. Lo peor de todo era que todos decían que una vez jugabas apenas una partida después ya no podías parar.

—Es una maldita droga—Le había dicho su mejor amigo de toda la vida esa mañana.

—Es la perdición—Había respondido Todd lleno de dudas.

Theo, su mejor amigo, ya había probado el juego cinco veces.

—Una inyección de adrenalina a la vena Todd, es una puta locura—Esas habían sido sus palabras luego de su primera partida.

Theo le había ofrecido darle algo de dinero, pero Todd había rechazado la propuesta, a pesar de que estuvo tentado a aceptar. Para Todd, Theo necesitaba más el dinero que él. La razón por la cual su amigo de pelo anaranjado y ojos castaños jugaba a The Hope era para juntar el dinero suficiente para ayudar a su madre que sufría de una enfermedad mortal, que si bien era tratable, el precio era muy alto.

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