4. Tercera vez

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Tres años pasaron para lograr olvidar su cara, borrar los recuerdos de ella, borrar su bondad y su maldad.
Pero los sentimientos seguían intactos.

Dicen que el tiempo lo cura todo, que sirve para olvidar.

Las heridas se curan, pero las cicatrices siguen estando.

El fuego se apaga las cenizas todavía están.

Y es cierto ahora parece ser que me toca hablar de mi tercer amor, de ella sólo quedaron cenizas, el fuego acabó con ella.

Es dicho ya que el amor no es para jóvenes. Todavía no estamos preparados, pero el amor no es para ninguna edad nadie está preparado para lo que es ese sentimiento que te hace perder la cabeza, es tan engañoso y a la vez tan puro que te quiebra en pedazos chicos.

El amor no se hizo para cobardes ni para valientes.

El amor no es esta hecho para humanos.

Corrompemos aquel sentimiento con nuestros actos.

Tenía 16 si demasiado joven, tal vez para comprender.

Sólo dieciséis cuando conocí a la prepotente, egoísta, egocéntrica, malvada, ambiciosa de Anne Karenina.

Era mayor que yo.

No me importaba nada, sólo ella.

Fue la peor persona que el destino preparó en mi corta vida.

Fue mi tercer corazón roto.

Me enamoro como un tonto, como un loco, como un ciego.

No quería ver la realidad.

Ella tenía una mala reputación no me importó yo la amaba.

Era tan joven, con cosas trágicas en mi espalda.

El peso cada vez se hacía más grande.

Nunca fui un Bad Boy, aunque me consideraban así.

Ella me llamaba GoodBoy, eso era lo que yo era para ella.

Un pequeño buen chico, que nunca rompía las reglas, obedeciente y bello.

Anna Karenina era bella en una sola palabra, un peligro para cualquiera.

Sus ojos azules saltones, nariz respingona y pequeña, sus dulces labios finos rojos ensarchados por sonrisas falsas, no tenía casi curvas delgada con unas piernas exuberantes, tenía un carácter contradictorio, era rebelde, nerviosa, desordenada, desconfiada.

Me encantaba.

Mis amigos me lo advirtieron, mi familia, hasta ella.

No hice caso.

La conocí bailando, entre el fuego y las olas del mar.

Era espléndida.

Ella estaba en medio de las fogatas bailando con el fuego admirando su belleza sonriendo.

Después de tanto insistir conseguí estar con ella, el fuego a lo largo de la noche se convirtió en cenizas.

Era mi novia, pasaron los días, mi corazón estaba sometido a ella.

Me tenía, yo no.

Siempre hacia las cosas mal, pedía perdón, lo aceptaba como si nada.

Destrozó mi casa, me robó, me engañó, me destrozó y yo lo aceptaba.

Sólo pensaba que ella cambiaría que podía cambiar.

Me prometía una y otra vez que Anna me quiere, me ama.
Tengo que ayudar, necesita ayuda.

Recuerdo sus súplicas, recuerdo su mirada ansiosa y desesperación por una cosa que no era yo, a sus 18 años, era una completa adicta a las fiestas y a las drogas. Al principio no me di cuenta, no quería escuchar hablar mal de ella.

Después lo descubrí, quise romper con ella pero me sentía culpable de abandonarla no podía hacer lo mismo que hizo aquel hombre con Amor, tampoco podía ser como mi padre siguiendo aguantando.

Pero elegir ser como Jordán.

Cerré los ojos otra vez en vez de abrirlos de nuevo.

La intenté convencer de integrarla, intenté que dejase las fiestas, las drogas.

Intenté estar encima de ella e impedir que se destruyera, pero en vez de eso conseguí arrastrarme con ella.

Yo con tan sólo 16 años intenté cuidar una persona que no se dejaba cuidar.

Ella sacaba lo peor de mi y lo mejor.

A veces parecía tan débil que sacaba el instinto de cuidar de ella, otras veces era tan feroz y déspota que no la aguantaba.

Llevábamos tan sólo dos meses de relación, y habíamos pasado por tantas cosas.

Mis abuelos nunca se dieron cuenta de nada estaban de viaje en viaje disfrutando de la vida eran agradables pero no supieron como cuidar de mi.

Su pelo corto y rubio, se convirtió en uno largo y negro, su espléndida cara estaba llenas de ojeras, sus labios finos y rojos su ves estaban resecos, sus ojos azules estaban sombríos y fríos.

Cambió ó siempre fue así, con fuertes recaídas
Por un corto tiempo parecía estar bien, tal vez en ese corto tiempo pensé que en realidad era así la conocí así, después cambió y enseñó su verdadera cara.

Tenía una mala reputación no me importaba.

Cambiaba sexo por drogas, cuando dejé de darle dinero.

Es cierto que sólo estaba conmigo por mi dinero, todos lo sabían hasta yo lo sabía, no quería reconocer lo que tenía en las narices.

Recuerdo cuando una vez que me puso el cuchillo en la yugular por dejar de darle dinero estaba completamente drogada no sabía lo que hacía eso era lo que me repetía.

Después tiraba el cuchillo al suelo y empezaba a llorar histérica.

Recuerdo cuando me encontré la casa completamente vacía, había robado todo y lo había vendido todo, volvió después de dos semanas.

No tenía dinero.

No tenía dinero para sus drogas.

Volvió a mí, yo ya tenía el corazón roto.

Me dolía ella, me dolió no poder ayudarla.

Finalmente murió de una sobredosis de droga, en la misma playa que nos conocimos, al lado de las cenizas.

Ese día lloré hasta que mis lágrimas se secaron, no salía nada de mis ojos.

Ese dia me juré no amar, congelar mi corazón por un largo tiempo.

Disfrutar sin sentimientos, sin nuevas heridas.

Las viejas no sanan.

El viento se llevó las cenizas, el viento se llevó su cuerpo, el viento se llevó lo que algún día sentí por ella.

La olvide, pero no olvide lo que significó en mi vida.

Hay está y estará es otra cicatriz.

Azael ColtonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora