[narrado por Diego]
—Ahí esta. —digo pasando un brazo por sobre los hombros de la Lu.
Mi bebé no se ve bien y sé que se siente como el pico.
El otro día cuando llegó volá a mi casa, le serví panqueques y mientras se los comía lloraba en silencio.
—Quédate acá. —dice ella mirándome con esos ojos que parecen más ojeras que ojos.— Si me vei alterá, vai a buscarme.
Asiento y le beso la cabeza antes de que se vaya.
Se ve tan frágil, tan insegura, me dan ganas de tomarla y protegerla de cualquiera que pueda dañarla, como a una muñeca de porcelana.
[narrado por Luciana]
Camine hacia la Daniela que al verme me sonrió de lado y se metió las manos en los bolsillos de su poleron.
—Hola, amor.
—No me llames así. —susurre con el dolor en la garganta.
No llores, Luciana, no llores.
—¿Qué pasa? —frunce el ceño.— Saliste con el Diego, y no me respondiste los mensajes. —dice como si en realidad le importará.
Que buena actriz resulto ser esta hueona.
—No sigai fingiendo que te importo, no finjas que me quieres. —digo agarrando con fuerza la correa de mi bolso.
Me mira y se hace la hueona, la que no sabe nada.
—¿De qué estai hablando?
—Ya sé tu secreto, sé lo de la apuesta, sé de lo tuyo con la Romina.
Su cara se descompone y veo como una mueca cruza su rostro.
—¿Quién te dijo esa huea? —mira molesta al Diego.
Ah, no. Eso si que no.
—La Javiera. —me cruzo de brazos y veo la sorpresa en su rostro.
—¿Y le creíste?
¿En serio esta mina esta planeando que desconfíe de mi mejor amiga?
—Sí. —digo firme.
Ella se ríe en mi cara, haciendo que la atención de la gente en el patio se enfoque levemente en nosotras.
—¿En serio le creíste a esa maraca? —dice con superioridad.
—Cállate. —digo enojandome.— Ella no me mentiría, tú sí.
Su cara quiere mostrar tristeza, pero no le creo ni una huea.
Ella se dispone a decir algo, pero decido que ya es suficiente, no quiero ser escuchándola.
—Ahórratelo, Daniela, no me interesa ver tus lamentos... terminamos.
—¿Qué? No no no... La Romina no significa nada, iba a terminar con ella... me gustas en serio.
—Ay, ya callate, no te creo nada.
Soy tan perra, me amo, ah.
—Me hiciste dudar de mi misma, me hiciste pensar que algo estaba mal conmigo, cuando en realidad tú eres la que esta mal, tú eres la que no me merece.
¿Eso acaba de salir de mí? ¿Cómo hice esa huea?
¡Arriba el amor propio!, ah
—Lu...
—Luciana para ti, solo mis amigos me pueden llamar Lu. —digo girándome.
La Daniela no trata de detenerme y eso termina por decepcionarme, creí que al menos trataría de pelear por nosotras.
Veo al Diego levantando sus pulgares y luego abre sus brazos, no me resisto y corro hacia él para luego abrazarlo.
—Ahora todo va a mejorar. —dice el Diego acariciandome la cabeza.
Esperaba que fuera cierto, de verdad que si.