tres.

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Sabía que era importante su asistencia continua a aquel lugar, pero simplemente lo odiaba. El estar cerca de aquel edificio hacía que los pequeños vellos de sus brazos se erizaran.

El reloj de su pared marcaba las cuatro en punto de la tarde; tenía media hora para llegar.

Unos pantalones anchos, un polo de mangas largas y unas cómodas zapatillas era lo que Yoongi vestía, ya que debía estar lo más ligero posible para que el andar de no se le dificultara tanto.

Ya era parte de su rutina: salir de su acogedor departamento a las cuatro, cruzar dos pistas y el enorme parque del centro, caminar tres cuadras hasta una vieja lavandería para, finalmente, doblar a la izquierda.

Divisó las blancas paredes de aquel sitio. Repudiaba lo pulcro que era todo el edificio. YoonGi estaba convencido de que algo así de limpio solo servía para ocultar desgracias; todo lo inevitable yacía detrás de esos muros.

Soltó un largo suspiro y trató de poner su mejor cara para la amable recepcionista, quien ya conocía al castaño y lo dejaba pasar sin problema alguno.

«Centro de Diálisis de Seúl», aquellas palabras bien escritas en letras azules eran lo único que manchaban el reluciente tono del lugar.

Recordó la primera vez que llegó al centro.

Sus padres lo habían llevado cuando un intenso dolor se instaló un poco más arriba de sus genitales. Era horrible, apenas podía caminar e ir al baño se le hacía imposible por el malestar.

Un niño de diez años no comprendía el significado de diálisis. Él solo rogaba para que el doctor no le inyectara.

Jamás olvidaría como su madre intentaba retener sus lágrimas cuando salió del consultorio junto con su padre. Ambos le explicaron que tendría que ir tres veces a la semana a aquel lugar, para que el doctor pudiera ayudarlo.

Yoongi creía que tenía algún tipo de indigestión y que quedarse varias horas era innecesario, además, terminaba extremadamente cansado y su pálida piel le hacía competencia a las paredes del centro.

Cuando cumplió los doce años, los señores Min creyeron conveniente contarle qué era lo que tenía en realidad, confiando en que Yoongi lo entendería, pero no fue así. Esa noticia logró destrozarlo. Él iba para que le lavaran la sangre, pues sus riñones no funcionaban.

Lo peor fue cuando se enteró de que la diálisis solo servía para alargar su tiempo de vida, que lo único que podía salvarlo era un trasplante de riñón: órgano difícil de encontrar y elevado en cuanto a costo.

En la secundaria, sus compañeros intentaban hacerlo sentir mejor, pero Yoongi no quería su «lástima», no deseaba ser tratado como si fuese de cristal.

Sus días se basaron en ir de la secundaria a su departamento y de ahí, al centro de diálisis.

Con el tiempo fue mentalizándose que no todo tenía que ser malo. En realidad, todo estaba mal, pero decidió ponerle una mejor cara a la situación. Sus padres notaron el cambio en la actitud de su hijo y eso les impulsó a continuar con el arduo trabajo, y poder pagar ese trasplante.

Conoció a bastantes personas, como Hye, la joven recepcionista, con quien se ponía a conversar mientras esperaba al doctor o con Hoseok, uno de los enfermeros, con el cual se llevaba muy bien y hasta se había ofrecido a llevarlo de regreso cuando terminara cada sesión. Tampoco olvidaba a Taehyung, un alegre chico, quien luchaba al igual que él, pero lamentablemente no resistió mucho tiempo.

¿Cuánto faltaba para que a él le pasara lo mismo?

Días antes, caminó y caminó hasta llegar al parque central; mientras buscaba una banca para descansar, vio a un joven pelinegro sentado bajo la sombra de un árbol. Mentiría si dijera que no llamó su atención.

Piel bronceada, pequeños ojos, enormes y adorables mejillas que eran adornadas por un leve tono rosado, sus gruesos labios y su definido rostro, lograron cautivar al tímido castaño.

Pudo encontrarse con ese muchacho en repetidas ocasiones, las cuales aprovechó para sacarle alguna foto, pero el chico era muy listo y terminaba dándose cuenta.

La primera vez que Jimin se le acercó, sintió una mezcla de nervios y miedo. Por suerte, esa pareja de enamorados había decidido ir al parque a tener sexo, de lo contrario, un puño habría aterrizado en su rostro.

Si Yoongi hubiera tenido que elegir, del uno al diez, en escala de dolor, al ver a Jimin llorar, hubiera elegido un veinte. Sintió claramente como su corazón se estrujaba al ver las lágrimas recorrer el largo de sus mejillas y lo primero que vino a su cabeza fue abrazarlo. Era como una manera de agradecerle por darle fuerzas, pues ese día que ambos chocaron, Yoongi tenía planeado quitarse la vida cuando supo lo de Taehyung; eso había acabado con cualquier esperanza de recuperarse.

Cuando Jimin le contó lo infeliz que era en su hogar, se convenció definitivamente.

Tal vez sonaba egocéntrico, pero sentía que el pelinegro le necesitaba.

Quería ser su mañana, así que vivía hoy.

Ya habían pasado un par de horas, su sesión llegó a su fin y podía volver a casa

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Ya habían pasado un par de horas, su sesión llegó a su fin y podía volver a casa.

Intentó ponerse de pie, pero sus piernas no deseaban dejar de temblar. Afortunadamente, el doctor le ayudó a llegar hasta la puerta, donde un alegre Hoseok le esperaba.

⎯ Yo me encargo desde aquí, doctor Lee ⎯ le dijo amablemente. Yoongi puso un brazo alrededor del enfermero y ambos salieron a paso lento.

⎯ ¿Cómo te fue, Yoon?

⎯ B-Bien... ⎯ aunque deseara hablar un poco más, era lo que salía de su cansado cuerpo.

⎯ Ah, por cierto, no te llevaré hoy ⎯ esas palabras sorprendieron al castaño.

⎯ P-Pero, Hoseok...

⎯ Calma, Min. Alguien espera por ti en la recepción.

Yoongi le miró extrañado. No tenía sentido ⎯ M-Mis padres no e-están aquí, ellos se encuentran en B-Busan.

Hoseok le sonrió pícaro y negó ⎯ No hablo de ellos ⎯ le señaló con la cabeza hacia la sala de espera.

Jimin estaba ahí.

El pelinegro se dio cuenta de la presencia de ambos y se acercó.

⎯ Yo lo ayudo, gracias igual ⎯ el joven enfermero asintió y ayudó a Yoongi a apoyarse en Jimin.

Caminaron hasta la salida y se detuvieron un momento a petición del débil chico.

⎯ ¿C-Cómo...?

⎯ ¿Te parece si lo conversamos mañana? Apenas puedes hablar, Yoon.

Sabía que Jimin tenía razón, era mejor esperar ⎯ ¿Adónde vamos?

⎯ A mi casa. Mis padres no están y los tuyos tampoco, no voy a dejarte solo.

Unas inmensas ganas de gritar se adueñaron de su cuerpo, pero no estaba en el estado correcto ⎯ Jimin...

⎯ ¿Sí?

⎯ Gracias.

thanks ☽ jimsuWhere stories live. Discover now